«Así de fuertes somos»

Los Espíritus || Estadio Malvinas Argentinas || 02.12.2017|| PH Mathias Magritte (Fan Page Los Espíritus)

El barrio de la Paternal nos recibe con un clima peculiar. Está por llover, pero no llueve. No hace frío, pero tampoco calor. Es el indicado y eso es un buen presagio. Esperamos por Los Espíritus, una banda que se transformó en una de las favoritas de los últimos tiempos. Somos un público ecléctico, pero más virando a la juventud. El campo del Malvinas está prácticamente lleno y el humo cubre el predio, apagándose con él las luces.

Empiezan este último viaje de la gira “Agua Ardiente” con ‘Huracanes’, primer tema de su último disco, pican en “La crecida” de Gratitud, para luego volver a Agua Ardiente con “Jugo”. Es un inicio muy poderoso, lo que eleva la vara del show al máximo. El gran primer aplauso indica que partir de ahora sólo puede mejorar.

Luces azules y violetas patrullan el estadio, se elevan sombras gigantes desde el escenario y suenan guitarras del más allá para “El viento”. Los Espíritus tienen ese toque que nos hace sentir protagonistas de una película del lejano oeste. Con “La Mirada” y “Mares” imaginamos pasar lentamente los títulos iniciales de nuestras vidas, pizca de Tarantino con Alex de la Iglesia.

Se materializan con un punteo cósmico para “Ruso Blanco”, y le dejan lo espiritual al público. La espalda derechita sostiene la pilcha del laburo, como un maniquí inerte, el calzado gastado se amura al piso de cemento y nuestra cabeza se va a volar un rato por ahí. Pero volvemos para explotar al grito de “Las armas las carga el diablo y las descarga algún gendarme!”, porque no es recomendable entibiarse tanto ante la realidad.

La llama de «Los Espíritus» sigue flameando en la pantalla como una fogata eterna, y suenan “La mina de huesos”, “Perdida en el fuego” y “El palacio”. Algunos de los espectadores, como dragones, parecen estar escupiendo un humo de fuego rojo que se disuelve entre las siluetas a contraluz del público. El Capitán, Saul Correa, de Medellín, se suma en el bongó para “Mapa vacío”.

Sus camisas son tan estrafalarias como su música. Es indiscutible que gran parte del reconocimiento que tuvieron estos años, con sólo dos discos en su haber, se debe también al enfoque en la imagen de la banda. Las visuales, creaciones del diseñador Santi Pozzi, proyectan un loop hipnótico con la ilustración de un tren rojo en movimiento, que concibe perfectamente esta simbiosis entre imagen y sonido.

El viaje místico de letras repetitivas va llegando a su fin, y nos despedimos del planeta espiritual. Durante dos horas y media, nos dieron el gusto de escuchar además clásicos como “Jesús rima con cruz”, “Luna llena”, “Negro chico”, “Perro viejo”, “Vamos a la luna” y “Las sirenas», con invitados de todas partes.

Nos dejan en la última estación de este viaje con “Noches de verano” y “La rueda”, despidiéndonos con un sabor a éxtasis delirante y con ganas de que la rueda siga girando. Pero sin perder su lado crítico y mencionando en sus últimas palabras, a Santiago Maldonado.

Así como mantienen sus lapsus instrumentales in aetérnum, se mantendrán en la historia de nuestro rock. Son una de las bandas emergentes del momento, pero con este Malvinas lleno demostraron que ya pisan como una banda histórica.

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