El planeta de Loli

Loli Molina en Santos 4040

Viernes cálido en Buenos Aires. Santos 4040 nos abre sus puertas cerca de las 9 de la noche para que de a poco se vaya llenando esa especie de anfiteatro armado alrededor del pequeño escenario.  Se va acomodando la gente, en su mayoría parejas abrazadas o amigos festejando un día después. Empanadas y copas de vino ayudan a amenizar la espera.

Media hora después de lo pactado, aparece Loli caminando entre la gente, con una sonrisa que le llena la cara. Las proyecciones en la pared nos van anticipando lo que vamos a vivir: espacio, estrellas que pasan y se mueven a gran velocidad. Porque inevitablemente, la voz de Loli Molina funciona como una suerte de máquina espacial y temporal.  Canción a canción nos lleva de viaje, nos transporta a donde querramos estar y nos devuelve a tiempo para ovacionarla al final.

Loli se siente en el living de su casa. Esta chica de 30 años (ya antigua, según sus propias palabras) se sienta en el pequeño escenario, con sus 2 guitarras y rodeada de gente, cierra los ojos y empieza a tocar, con una serenidad envidiable. Disfrutando de cada acorde, entre tema y tema Loli se divierte, habla, cuenta anécdotas y culpa a ovnis por cada cosa ajena que sucede. Un invitado a su living fue Andrés Beeuwsaert (Aca Seca Trio), para poder hacer algunos temas con teclado y sin guitarra.

Entre aplauso y aplauso, no vuela una mosca. El público escucha en silencio y miran molestos cuando un ruido se interpone entre la música y sus oídos. “Los días”, “Gente no”, “A la próxima” son algunas de las canciones más queridas y festejadas por el público, pero también se hace lugar para interpretar algunas de sus canciones preferidas, recorriendo Chile (El amor es como el agua, de Natalia Contesse), México (Eco, de David Aguilar) y Uruguay (destacadísima versión de Biromes y servilletas, clásico de Leo Masliah).

La noche va llegando a su fin, pero falta todavía un invitado más, Javier Malosetti, que agrega con su bajo una cuota más de magia. El viaje termina cerca de la medianoche, pero no para la conductora de esta máquina espacial que prepara para un segundo recorrido, por lugares y tiempos que solo los pasajeros sabran.

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