Violentango + Orquesta Típica Fernández Fierro en CAFF: Rugen bandoneones en Abasto

Este martes 21, el CAFF fue testigo de la comunión de dos grandes bandas de la escena del tango independiente: La Orquesta Típica Fernández Fierro abrió las puertas de su casa y desplegó el vigor de su repertorio junto a Violentango.

“Esos poetas indeseables, los que parecen vagabundos, los delirantes desdentados, son las antenas de otros mundos (…)” profesa el tango de Tabaré Cardozo, mientras se va respirando aire de bandoneón en las calles del mítico Abasto. La noche porteña sigue guardando lugares de encuentro, donde se cultiva la música y el tango pisa fuerte con toda su energía, cantándole a los males sociales, que parecen no ser pisados por el tiempo, a los sórdidos romances, a la rutina asfixiante, a la rabia contenida.

El Club Atlético Fernández Fierro, casa de la orquesta, y lugar administrado en forma de cooperativa por sus integrantes, alberga la atmósfera barrial  que invita a sentarse a sus mesas, apurando un vino o una cerveza, siempre en compañía, ante la expectativa de ver algo movilizante. Mientras el público se va acomodando, en la previa del show suena la voz de Luca Prodan, gran referente del barrio, calentando de a poco los oídos. Desde un estante en la barra, se asienta la sonrisa de Gardel, premio obtenido recientemente por su último disco “Ahora y Siempre” grabado de manera independiente.

El telón cae de golpe y allí aparece imponente la orquesta,  con sus cuatro bandoneones formando una línea al frente, por atrás una sección de cuerdas en las que se encuentra su director Yuri Venturin en contrabajo y al costado el piano, además de la potente voz de Natalia Lagos. La fuerza de la orquesta suena con ferocidad, el clima se acentúa con una iluminación de contraste, dura, intermitente.

El tango nunca se agota, las letras siguen vociferando aquella melancólica furia, la foto del barrio, la idiosincrasia porteña, ilustradas en canciones como “Demolición”, “Astiya”, “Sierpe”, “Subrealidad”. La orquesta es magnética, hace vibrar el piso, va adentrándonos en otro mundo, que es este mismo devuelto con la mirada de la poesía. Al finalizar, la orquesta hace lugar a sus invitados de la noche, Violentango, con los cuales no solo comparten la pasión del tango, sino que también un integrante en común, el bandoneonista Adrián Ruggiero.

A telón desnudo, la banda de a poco empieza armando su set, hasta que se acomodan con sus instrumentos y empieza la magia. Instrumental, este quinteto, conformado por dos guitarras, una batería, bajo eléctrico y bandoneón, mantienen un sonido maduro, progresivo, le presta al tango fusiones que le dan color, carácter, un viaje sonoro lleno de diversos paisajes. Llevan en su musicalidad la herencia vanguardista del legendario Astor Piazolla, bautizando así el nombre mismo de la banda. De esta forma lo homenajean con temas como “Un recuerdo de Astor” y “Libertango”;  cerrando con un emblema de su repertorio, “Barceluna”.

El club lleno, con un público variado en generaciones, se ovaciona a ambas bandas que cierran en conjunto  los últimos temas de la noche,  dejando en el aire la estela de que el tango será hoy y siempre un lugar de comunión y arte.

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