Verónica Muñoz: «Para mí, crear es imaginar»

Las herramientas tecnológicas ayudan a los artistas independientes en la actualidad, pero la enorme cantidad de propuestas a disposición hace que algunas no puedan salir a la luz. Vero Muñoz es cantante y compositora, y acaba de editar su segundo disco, el cual tuvo una hermosa presentación en Café Vinilo. De eso y muchos temas más se trata esta charla.

Hace unos meses que tu segundo disco está en la calle y en las plataformas. ¿Cómo fue el trabajo de producción del mismo? ¿En quienes te apoyaste durante todo el año de grabación?

Llegó de la mano del proceso musical vivido en estos últimos tres años: conciertos, selección de obras, «imaginerías», colores, aromas y timbres. Así, de ese caótico y placentero juego del crear y del vivir surgió «Silencio y Remolino», mi nuevo álbum.

Un nuevo álbum que es siempre esa instancia inefable para un músico, la de estar frente a frente con uno mismo a través de la interpretación y la producción artística; libre, solista  e independiente, como es en mi caso. 
Encaré la grabación en el «Graboratorio» de Rosario, estudio en que grabé mis dos discos anteriores, «Secretos de Tango», junto a Diego Mattar (2012), y el primero de la saga solista «Milonguita, flor del alba»( 2015).  Un estudio de grabación a cargo Juan de Toma, ingeniero de sonido y músico, con quien tengo una larga amistad, basada no sólo en el entendimiento musical sino también en el humano. Con Juan desandamos el día a día, la mezcla y mastering.

Y el cuadro final, el broche, fue «pintado» con la colaboración de grandes músicos invitados: Thito Amantte en acordeón, Luis Giavón en oboe, Emiliano Zamora en flauta, Salvador Trapani en serrucho, Juancho Perone en bombo, Adrián Magnanego, en guitarra y Don Muñoz padre, en bandoneón. 

En la placa entraron 3 composiciones tuyas, ¿cómo fue esa elección? ¿Cómo nacieron esas composiciones? 

“Silencio y Remolino” es la primer canción del álbum y también la que le da el nombre al disco entero. Casi que repliqué el juego, que propuse en mi álbum «Milonguita…», la de que una de mis canciones vaya al inicio, otra en el medio y una tercera en el final, con la idea de que se intercalen con las obras de los otros autores en un collar estratégico que esté bajo el signo del número tres, con todo el significado que tiene el número tres desde lo espiritual. 

Para mí crear es imaginar, jugar con todo ese material humano que nos sobrevuela de manera constante, ese mundo plagado de ideas, palabras, e interioridad. Predisponerme, guitarra en mano, a esperar la magia del momento límite, ese momento en el que siento que la canción está ahí, muy, muy cerca, a punto de caer en el mundo real. Así van naciendo mis canciones.

Pasó la presentación en Café Vinilo hace unos días. ¿Que balance haces de esa noche?

En Vinilo todo fue un disfrute. El «vivo» tiene esa adrenalina única. Primero, lo previo, los preparativos, los ensayos. Después, el contacto cara a cara con un público nuevo. Y, en mi caso, el agradecido saldo de haber tenido la sala «-«completita», cálida, afectuosa. 

¿En qué momento profesional y personal te encuentra»Silencio y Remolino»? ¿Quedaron cosas pendientes para sumar en la placa o lo cerraste en el momento justo?

Me encuentra…con el corazón contento. Es maravilloso poder plasmar un trabajo discográfico. Puede parecer un lugar común decirlo, pero los que están en el medio saben de qué hablo. Es dar un salto al vacío y sentir que al caer había una red, una red tejida con paciencia a través de días, meses y hasta años, ese tiempo íntimo de pensar, de soñar hasta, finalmente, sentir cada frase, cada línea como una instancia irreversible. Es entonces cuando el sentido del camino artístico se pone lindo, lindo y palpable en tanto cada paso imaginado es realizado. Y mirando hacia adelante, seguir inventando nuevos caminos y explorando nuevos escenarios. Ahora mismo  me encuentro en los preparativos de una tercera gira europea para fines de noviembre con mi proyecto solista y viajero.

En un mes se viene una nueva fecha en la Fundación Mercedes Sosa. ¿Qué significa para vos tocar en un lugar con ese nombre?

Volver a cantar en Buenos Aires, con todo el gratificante desafío que eso significa y nada menos que -el día 3 de noviembre a las 16hs– en el espacio de la Fundación Mercedes Sosa de San Telmo. Ella fue siempre una referencia para mí,  fue de las primeras cantoras que escuché de niña. Su voz, su misterio se incorporó enseguida a lo que ya mi entorno familiar me suministraba, eso de estar rodeado de músicos y cantores que acompañaban a mi padre, bandoneonista y tanguero de pura cepa. Desde que la escuché, Mercedes, junto al canto, la guitarra, se fundieron en mí como un único motor que me empujaba a buscar horizontes en la música. Después, fui descubriendo muchísimas otras cosas, pero ella quedará para siempre en mi corazón como una musa inicial.

Siempre les pedimos a los entrevistados que nos cuenten de su playlist. ¿Cuáles bandas o artistas suenan en el celu de Vero Muñoz?

Tengo gustos discontinuos y variados… elijo en general lo íntimo, acústico y también lo desconocido. Cantores, cantoras de estilos disímiles, mi gran perdición son las milongas de todos los lares. Atahualpa, Vitor Ramil, Edmundo Rivero. Un Antonio Zambujo, luego una Amalia de la Vega, un rap, un bossa nova, una canción de autor, en fin, mi placer musical pasa por lo clásico y muy elaborado, junto a lo rústico y de «raíz»; sí, a la par de lo refinado, saborear lo crudo y popular. Balance que…se parece bastante a mi.

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