Pedro Castillo: Un profesor de Chota y un palacio en ruinas

Perú vive horas históricas, impensadas, incomparables con cualquier otro evento político que haya vivido en su devenir nacional. Pedro Castillo es el nuevo presidente.

El profesor rural Pedro Castillo Terrones, nacido en el norte humilde del país, asumió el cargo de presidente del Perú este miércoles 28 de julio de 2021, el mismo día en que se celebra el Bicentenario de la Independencia del país andino.

El mandatario argentino, Alberto Fernández, fue uno de los asistentes de la jornada, y particularmente uno de los más importantes, dada la actuación crucial que tuvo el general José de San Martín en el combate contra el Imperio Español, que desembocó en la proclamación de la Independencia del 28 de julio de 1821 enunciada en Lima por el libertador, ante miles de personas.

Pedro Castillo, candidato del partido Perú Libre, es oriundo en una pequeña localidad llamada Puña, en el distrito de Tacabamba, provincia de Chota, departamento de Cajamarca. Además de ejercer la docencia, es dirigente sindical y miembro de las llamadas rondas campesinas , una experiencia organizacional típica del norte del país, de cientos de miles de integrantes, cuyo propósito principal es el cuidado de las comunidades campesinas y el impartimiento de justicia en el contexto de ausencia estatal. Surgidas en la década de 1970, fueron creciendo en volumen y coordinación con el paso del tiempo. Su cohesión y presencia explica el 18,9% de los votos que le permitieron a Castillo acceder a la segunda vuelta electoral contra Keiko Fujimori

El hecho de que sea un profesor campesino desvinculado del poder político quien asume la jefatura de Estado ni más ni menos que el día del Bicentenario de la Independencia del Perú, es un asombro de una potencia simbólica difícil de dimensionar. Y no solamente simbólica. 

El arranque de la gestión

En su discurso de asunción, el presidente ofreció definiciones e iniciativas legislativas concretas que permiten dilucidar un rumbo de gobierno más claro del que podía advertirse hasta el momento. Entre lo más destacado que dejó la jornada, se cuenta la reafirmación del proyecto de reforma constitucional, la noción de “rentabilidad social” en relación a los contratos con las empresas mineras, la creación de hospitales públicos, la concepción de Internet como un derecho antes que como un servicio y el impulso gradual de una “política de ingreso libre a universidades públicas”.

También, en línea con la visión conservadora que mantiene sobre un amplio abanico de derechos civiles (son ya conocidas, por ejemplo, sus posturas anti-aborto y anti-matrimonio igualitario), Castillo anunció el servicio militar obligatorio para jóvenes que no estudien ni trabajen, y la expulsión dentro de 72 horas desde el día de la fecha para “delincuentes extranjeros”.    

Si bien las protestas masivas de noviembre de 2020, sangrientamente reprimidas, sacudieron de punta a punta al Perú y provocaron la caída del presidente interino Manuel Merino, nadie veía venir el período que se abrió a partir de los resultados de las elecciones generales de 2021, que decretaron la segunda vuelta entre Castillo y Fujimori. La atomización electoral, en un país con una crisis político-partidaria estructural y de larga data, dio como resultado una segunda vuelta presidencial cuyos dos protagonistas no llegaron ¡ni al 20%! de los votos en el primer turno. 

Este escenario anómalo que forzó la impredecible alquimia peruana generó a su vez una situación de fuertes turbulencias políticas, sociales y culturales. Primero, de cara a la segunda vuelta, se desplegó una feroz campaña anticomunista por parte del fujimorismo (con una difusión mediática inédita), que implicó, por ejemplo, la aparición de gigantografías en grandes centros urbanos como Lima, Callao o Arequipa, por lo general sin firma, que alertaban a la población por el posible triunfo del comunismo.

Pedro Castillo se encuentra atorado en una debilidad estructural en tanto su poder de fuego en el Congreso es escaso.

Incluso varios jugadores de la Selección Peruana de fútbol grabaron videos llamando a votar en defensa de “la democracia”. Luego, tras los resultados, que arrojaron un exiguo margen de victoria para el profesor y una marcada diferenciación de clase social entre los sectores urbanos  mayoritariamente pro-Fujimori y los sectores rurales volcados abrumadoramente a favor de Castillo, sobrevino una andanada de intentos de impugnación por parte de Fuerza Popular (el partido liderado por Keiko Fujimori) bajo denuncias de presunto fraude, a la vez que en las calles comenzaron las movilizaciones a favor y en contra.

Fue allí donde Castillo logró oxígeno político, al surgir una coordinación de sectores políticos, sociales, sindicales, campesinos y estudiantiles en defensa del voto popular, en el marco del llamado Paro Nacional Cívico, llevado a cabo el 6 de julio, que exigió la proclamación de Castillo al cumplirse un mes exacto del ballotage. Masivo apoyo callejero y popular para alguien que llega con lo puesto y ‘en paracaídas’ a jugar en la principal liga política nacional, todo un dato.

Imagen: Agencia EFE

La amenaza fantasma del comunismo

Hay quienes creen, por el lado de la “derecha ultraderechizada” (al decir de Jorge Alemán), que Castillo encarna una feroz amenaza comunista que se abrirá paso de la mano del autoritarismo y el despotismo. Por otra parte, están quienes dicen que el nivel de encorsetamiento que padecerá el presidente campesino desde el día uno será irreversible, y que no hay más que ver cómo el reloj de arena sigue su curso de consumación inexorable hasta que el poder fáctico del Perú (con sus alianzas internacionales) se deshaga de él y todo esto no haya sido más que una pesadilla a ser enterrada para siempre. 

Pareciera tener asidero señalar que Pedro Castillo no solo llega agotado tras el intento de desestabilización y deslegitimación que sufrió durante meses por parte del fujimorismo político y mediático, sino que también se encuentra atorado en una debilidad estructural en tanto su poder de fuego en el Congreso es escaso.

Perú es un país peculiar en el que el gabinete de ministros propuesto por el presidente debe ser aprobado por el Congreso, y donde las “vacancias” o destituciones (referidas a la figura constitucional de “incapacidad moral” que existe en el país andino) han salido como pan caliente: la figura retórica del palacio en ruinas se ve reflejada en el hecho de que, en los últimos 5 años, Perú tuvo 4 presidentes, uno con menos poder que el otro. 

En todo caso, los últimos movimientos políticos de Pedro Castillo apuntan a iniciar una acumulación de fuerzas que le permita por lo pronto tomar las riendas de la gobernabilidad del Estado; en esa línea puede leerse, por ejemplo, su desmarcaje de los motes de “chavista” o “comunista”, o el saludo a la elección de la conservadora María del Carmen Alva como nueva presidenta del Congreso de la República.

Castillo, más que en expropiar o estatizar, está pensando en tender puentes con los factores de poder, que junto con una articulación con los sectores populares que se manifestaron en favor de su proclamación, podrían ampliarle el margen de acción necesario para llevar a cabo su programa de transformaciones. Qué deparará el destino político del Perú, nadie lo sabe. La única certeza es que estamos ante una gigantesca sorpresa.

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