Kasabian en Obras: Lágrimas de cocodrilo.

La agrupación inglesa presentó For Crying Out Loud en el templo del rock

Serge Pizzorno camina el escenario como si estuviera dispuesto a comerse el mundo y en sus ojos no hay señales de tristeza ni de enojo. Lo de Kasabian son lágrimas de cocodrilo. Se siente todopoderoso, Tom Meighan se encuentra a su lado y esboza una sonrisa fanfarrona que recuerda al niño terrible de This Is England. La complicidad de este dúo es cuasi cinematográfica y puede sentirse en el magnetismo que los complementa, sin uno no habría el otro. Meighan rompe el silencio en seco y abre la noche como un mesías zigzagueando entre la batería de Ian Matthews.

El estadio Obras se sume en una excitación subterránea que encuentra su razón de ser con el compás rabioso de III Ray (The King), la primera canción de la noche y uno de los singles de For Crying Out Loud, el álbum que los trajo de vuelta a Buenos Aires. El bajo frenético de Chris Edwards marca el paso para un ajetreo que se condensa en el corazón del campo y se extiende como un virus. Pizzorno se tironea la remera y se señala así mismo como si estuviera plantando bandera en Nuñez, como el auténtico rey de Leicester.

Underdog y Days Are Forgotten allanan el camino para la llegada de eez-eh, un beat anárquico que coquetea con la pulcritud de Primal Scream y el reviente de Crystal Castles. Meighan enciende a las masas dejándose llevar por la desobediencia del estribillo mientras Pizzorno baila como un chamán en pleno ritual de resurrección. Un muchacho entre la multitud le cuenta a un amigo que así suena un popular juego de futbol de Play Station. Siguen You Are In Love With A Psycho una canción que habla sobre las vicisitudes de un amor psicótico,y Wasted, quizá el Kasabian más romántico –a falta de Goodbye Kiss del emblemático Velociraptor!.

Pizzorno continúa en trance y en absoluta comodidad con la ligereza de sus movimientos y se toma su tiempo para arengar la pista de baile con Treat para luego descomprimir los aires de rave con una versión en solitario de U Boat. Meighan vuelve a la carga con una seguidilla de tracks enérgicos como Empire, Bless This Acid House y Stevie para validar su status de frontman con un sinfín de recursos que van desde guiñarle el ojo a alguna chica hasta sujetar el micrófono en el aire con ambas manos como si fuera He-Man.

En L.S.F (Lost Souls Forever) Meighan habla de cuando tocaron esta canción por primera vez y admite no haber cambiado demasiado a pesar del paso del tiempo, da vuelta el micrófono y deja que las voces los fanáticos canten por él. El encore es antecedido por una maraña de murmullos que se niegan a dejar ir la canción, y que se sostiene por muchos con la ilusión de que sea para siempre.

Comeback Kid marca el regreso como un knock out de Rocky Balboa. Los bises llegan Vlad The Impaler y Fire, y anuncian la retirada con el Kasabian más auténtico. Ese que surgió en una pequeña ciudad de Inglaterra hace ya varios años, y pese a todo sigue apostando a ser tan extraños como únicos. Un núcleo grabado a fuego por la hermandad de Pizzorno y Meighan. El Kasabian que se resguarda en el sentir de sus letras, con guitarras que parten el suelo y que cobran total sentido en el encuentro con sus seguidores.

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