Música es poder

Richard Ashcroft en Teatro Gran Rex

El lunes debe ser el día más bastardeado en el mundo entero, pero Buenos Aires puede darse el lujo de quebrar con la rutina y ofrecer arte de calidad todo el tiempo. Richard Ashcroft tuvo su oportunidad por fuera del Personal Fest, para agasajar en el Teatro Gran Rex a sus fans más acérrimos, ya que pasaron más de 20 años para que el ex líder de The Verve pisara suelo argentino por primera vez. Eso generó que la noche contenga grandes dosis de expectativas y ansiedad.

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Apenas pasadas las nueve y cuarto de la noche, “Out of My Body” rompe con una progresiva orquestación y una invitación al baile, las butacas son ahora una formalidad. Richard está “prendido fuego” apenas emerge con la misma vestimenta que luce en la tapa de su último disco, lanzado este año, llamado “These People”. Parece un chamán en trance, con sus clásicos anteojos y traje celeste.

Se le pega “Sonnet”, y ya no hay más que dejarse llevar… la emoción es instantánea. Himno. Sigue “Break the Night with Colour”, y Richard nos informa que está enamorado de Buenos Aires y enseguida se pone la camiseta 10 de Argentina con “Ashcroft” en la espalda. Hace calor. A continuación, presenta una canción nueva: “They Don´t Own Me”. “A Song for the Lovers” y “This is How it Feels” mantienen la hoguera encendida. No hay descanso. “Music is Power” es toda una declaración de principios, y la banda ofrece una zapada mientras Richard se toma un respiro y vuelve. Es que él deja todo en la cancha, rapea como un integrante de los Beastie Boys, improvisa lírica, baila y ordena a sus compañeros como un director de orquesta poseído.

Adelante mío, un señor no deja de amagar con sacarse la remera, pero parece ser que el teatro no es el mejor lugar para ello. Se la deja puesta. Al mismo tiempo, Ashcroft nos confiesa que se siente como en casa, que visitó el Luna Park y promete una nueva visita para el próximo año. Todos contentos. Antes de un breve parate, suenan “Space  and Time” y “Lucky Man”, para dejar al aire hechizado, electrificado, esperando por más.

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A la vuelta, el oriundo de Wigan, se calza la acústica y pregunta a los más cercanos al escenario qué quieren escuchar. Gana “Weeping Willow” en una versión descarnada y emotiva. “The Drugs Don´t Work” arranca con él sólo en guitarra, todos cantamos, y sobre el final se suman el resto de los músicos, que tan bien lo acompañan. Quedan «Hold On” y el infaltable cierre con “Bitter sweet symphony”, a sala explotada y agradecida por tremenda ofrenda.

Pocos artistas mantienen el aura con el paso del tiempo. Richard Ashcroft tiene el genio intacto, la voz impecable, y especialmente la intensidad vital necesaria para que su regreso musical sea una noticia alentadora, a pesar de que sea lunes.

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