El pasado viernes, el Estadio Obras se convirtió en un verdadero templo del trap argentino gracias a la potencia imparable de KHEA. Con entradas agotadas y una puesta en escena arrolladora, el artista presentó “Trapicheo”, su nuevo trabajo, en una noche que fue mucho más que un show: fue una declaración de principios. El trap no solo sigue vivo, sino que late con más fuerza que nunca.
Desde el primer instante, con visuales densas y un sonido envolvente, la atmósfera estuvo cargada de intensidad. Acompañado por una banda en vivo —un detalle poco habitual en el género— KHEA desplegó un recorrido crudo y sin filtros por su universo personal y musical. Temas como “Valgo”, “Oxicodona” y “100 o Mil” se sucedieron en una seguidilla demoledora que el público coreó sin pausa. El símbolo del búho, iluminando las pantallas, fue mucho más que una estética: funcionó como un mantra, un llamado a conectar con lo esencial.
Pero también hubo espacio para la emoción. La versión acústica de “Estrellas en la noche” bajó el ritmo y encendió los flashes, regalando uno de los momentos más íntimos de la velada. En un clima de entrega total, no faltaron los clásicos que marcaron su historia: “Tumbando el club”, “Mi cubana”, “Wacha” y el infaltable “Mamacita”, que desató la euforia generalizada.
“Yo nunca me fui, porque el trap siempre lo tuve adentro desde chiquito”, confesó KHEA en uno de los momentos más viscerales del show. Esa frase no fue solo un testimonio, sino la síntesis de una noche en la que todo —las luces, los beats, la entrega, el sudor— fue auténtico. Un artista que no busca agradar, sino decir. Y un público que entiende el código.
“Trapicheo” en Obras fue la confirmación de que KHEA no vive de su pasado, sino que está escribiendo su presente con letras de fuego. En un género que se mueve rápido y olvida aún más rápido, aquel show fue memoria y también presente. Y en esa mezcla, quizá resida la clave de su permanencia.
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