Un caballero de fina estampa en Buenos Aires

Caetano Veloso en Teatro Gran Rex

Miércoles, codo de la semana. La semana medio llena o medio vacía, según donde se la mire. Y la lluvia cae sobre Buenos Aires. El Gran Rex, anfitrión de lujo, se transforma en el destino perfecto para pasar una velada en compañía del patrono de la música brasileña, San Caetano.

En una versión minimalista, llega a nuestra ciudad para presentar a Teresa, una de las últimas representantes de la Música Popular Brasileña. Elegante y dulce, es la encargada de dar comienzo a la tertulia. Ella y «Carlinhos 7 cordas», el músico que la acompaña.  Se puede decir que juntos funcionan como un túnel exquisito, para dejar atrás el ritmo de la Av. Corrientes y sumergirse, por unas horas, en la brisa brasileña.

Después de una impecable introducción, Teresa se retira divertida y nos deja a solas con Caetano y su guitarra. Y digo a solas, porque si bien el teatro está completamente lleno, uno se siente casi como en la profundidad de un living, casi como mirándose a los ojos.

Con vergüenza de niño, saluda y se sienta. Se acomoda y, sin preámbulo, nos lanza «Luz do Sol». Suave y delicada se nos va metiendo en el cuerpo, se nos olvida la ciudad, estamos hechizados por el suspiro de esta primera canción alojados en cualquier parte de Brasil.

Caetano se muestra con esa autenticidad y timidez que caracteriza a los músicos que recién se están asomando. Sencillo, sutil, casi como un adolescente pero con la serenidad y la experiencia de un adulto, juega y va creando una noche íntima, única.

Al tercer tema, se suma a la escena una copa de vino que le alcanzan. Ni se entera, la conexión que hay entre él y nosotros es magnética, imposible de interrumpir. «Cucurrucucú Paloma» es la pieza que nos conquista completamente. Atentos, escuchamos cada palabra que canta en nuestro idioma y al final, el teatro rompe en una ola de aplausos llenos de nostalgia.

Para volver un poco a la alegría de Bahía, elige «Reconvexo» y «A luz de tieta» que nos puso a todos a bailar. El piso del Gran Rex parece un latido de tambor con los golpes de los pies al compás de la música.

Finalmente, la compañía de Teresa y Carlinhos, da lugar a la creación de un trío celestial. Ambos hombres con guitarra y la dama deleitando nuevamente con su voz, con Caetano de compañero en varias oportunidades.

El emblemático Caetano, tan esperado en nuestro país, como en cada encuentro, se da todos los gustos. La lista de canciones que prepara va desde clásicos hasta desconocidas. Canta en portugués, en español y en inglés. Baila, ríe y después de dos falsos finales concluye la fiesta con «Você é linda». Caetano se despide de Buenos Aires, y la lluvia también. Una vez más, nos deja ansiosos por su regreso.

More Stories
Eneich: Un bautismo de fuego