Tomates Fritos, una de las más míticas bandas de rock venezolanas en los últimos 20 años, decidió que 2018 sería el momento para girar por toda latinoamérica trayendo su show a Buenos Aires. El sueño por fin se cumpliría.
Me atreví a pasar con ellos unos momentos antes del show, en casa de uno de sus ex-integrantes en Retiro, buscando conseguir ese contacto íntimo que solo pocos cronistas consiguen. Relajados, aún seguían medio dormidos de su salida del día anterior. Solo con 3 días en la ciudad, habían recorrido los lugares más turísticos de la furiosa ciudad, asistieron a un recital de Un Planeta y probaron la famosa pizza argentina.
“Estaba buscando un cancionero de Spinetta, pero no hubo suerte con eso” me comentó Rodrigo (Vera), segundo guitarrista de la banda, con un poco de desilusión. “Increíbles los acordes de Spinetta. Hacía unas cosas con la guitarra que nadie hace” respondía Kike sonriendo. Se notaban calmados, aunque los rumores de que la sala esa noche no se llenaría estaban presentes. Reynaldo, mejor conocido por todos como Boston Rex, sin embargo seguía bromeando con la banda. Nada los perturbaba.
El show, originalmente pautado para la Sala Siranush, había sido relocalizado para la Sala Sirhan, un lugar un poco más pequeño en Gorriti. Las expectativas, sin embargo, fueron rebasadas cuando faltando todavía una hora para el recital se había vendido todo en la puerta y algunas personas quedaron fuera.
Vargas quedó encargado de abrir la noche, y con la soltura que lo caracteriza calentó la concurrida sala. Ya es un hito en las juntadas venezolanas el despliegue de energía que Vargas y sus humanos inyectan al show.
Seguido a esto, sería el turno de Los Tomates. Gente gritando “¡Puerto!” resonaba por todo el lugar. Había emoción y excitación por doquier. Un set de más de hora y media estaba preparado para la ocasión, recorriendo sus clásicos de los tiempos de “Hombre Bala” y “Hotel Miramar”, hasta su más reciente disco homónimo.
“Tripolar” y “Mientes” fueron 2 de las presentaciones más increíbles de la noche, mostrando el lado más rockero y rápido de la banda, aunque “Once Segundos para Comenzar” sin duda sorprendió a más de uno en la audiencia. Sin embargo, a pesar de la gran presentación de la banda, el sonido del local deseo mucho que desear. No hay duda que no es un local que esté hecho para este tipo de shows y considero que la producción pudo haber encontrado una mejor venue para el evento.
“Nadaré hasta llegar” fue la canción de cierre. “Una de esperanza” comentó Boston mientras se disponía a tocarla. Venezolanos y argentinos todos saltaban con las notas de la clásica canción, extasiados de que una de las bandas más divertidas y emotivas del caribe habían llegado a Buenos Aires. Nadando por supuesto.