A poco más de un mes de los comicios presidenciales del 2 de octubre, el país vecino ingresa en la recta final rumbo a uno de los momentos políticos más decisivos de su historia contemporánea. Las turbulencias que se perciben desde hace meses no dejan dudas al respecto. De un lado, el ex militar y presidente ultraderechista Jair Bolsonaro. Del otro lado, su principal enemigo, el ex presidente Lula da Silva.
En los últimos días una noticia sacudió los cimientos de la política brasileña. Metrópolis, un medio de comunicación local, reveló una serie de chats de whatsapp en los que un grupo de empresarios manifestaban su apoyo ante un eventual golpe de Estado propiciado por Bolsonaro, en caso de que Lula triunfara en los comicios. Alexandre de Moraes, presidente del Tribunal Superior Electoral e integrante del Supremo Tribunal Federal de Brasil, y uno de los blancos de los ataques del presidente en estos años, dispuso allanamientos en sus domicilios. Además, ordenó bloqueos en sus cuentas bancarias y fueron suspendidas sus redes sociales.
Esta situación se da en un contexto en que el mandatario, desde hace meses, viene diseminando el desprestigio de manera deliberada sobre el sistema de votación (en Brasil el voto es electrónico), alegando, falsamente, que no es posible su auditabilidad.
Algo muy parecido a lo que hizo su referente político Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del año 2020, que dieron el triunfo a Joe Biden pero que, hasta el día de hoy, sigue sin ser reconocido por el magnate neoyorquino -quien continúa siendo la principal figura política del Partido Republicano-.
El detalle de las acusaciones
El punto de quiebre en esta estrategia fueron las declaraciones que Bolsonaro realizó el 18 de julio en la residencia oficial del Palacio da Alvorada ante embajadores extranjeros. Allí, desplegó su tradicional arsenal de fake news sugiriendo que no respetaría los resultados en caso de que no ‘fueran transparentes’, situación que le valió nada menos que el rechazo incluso de autoridades estadounidenses, concretamente del enviado de Biden, el secretario de Defensa Lloyd Austin, quien manifestó un rechazo de plano a cualquier intento de aventura golpista.
Los ataques del presidente contra la legitimidad electoral generaron, a su vez, una carta en apoyo a la democracia firmada por miles de personas -desde artistas hasta empresarios pasando por organizaciones de diverso tipo-, que el ultraderechista tildó de “cartinha”.
En medio de la vorágine de spots proselitistas, entrevistas a candidatos/as y debates televisivos, Brasil aguarda el 7 de septiembre. ¿Y qué pasa con esa fecha? Es el Día de la Independencia en el país vecino, pero en particular, es la jornada en la cual el bolsonarismo hará un desfile militar con tanques y manifestantes en las calles.
Una teoría que va creciendo lentamente
No son pocos quienes creen que allí, el presidente puede intentar su ‘ataque al Capitolio’ (figura utilizada para representar el ataque a la institucionalidad ante un escenario electoral desfavorable), aunque ello podría ocurrir luego del 2 de octubre, o luego del ballotage en caso de haber segunda vuelta.
Lo que reina, en verdad, es la incertidumbre, en un país conducido por un gobierno que, en palabras del periodista y corresponsal Darío Pignotti, es de carácter “militar-cívico”, en tanto figuras castrenses ocupan la mayoría de los puestos del Estado. ¿Bolsonaro tendría el respaldo suficiente en las capas medias y bajas de las FFAA y las fuerzas de seguridad en caso de intentar un golpe? ¿Y con las jerarquías superiores qué ocurre? Quien diga saber las respuestas a estos interrogantes, miente. Los hechos dirán.