Salvapantallas + Feli Colina en Niceto Club: La magia de las nuevas generaciones

«Me siento tan en bolas frente a ustedes con esta guitarra», dijo Feli Colina parada en el escenario de Niceto Club. Y así la sentimos: desnuda, despojada de cualquier artificio. Mostrando la piel cruda del deseo cuando se hace voz que rompe y desgarra.

Su voz fue el primer sorbo del discurso intenso y mileniall que vivió Buenos Aires la noche del sábado en el primer concierto de Salvapantallas para presentar SMS, su primera producción discográfica. Pero volvamos a Feli, no nos adelantemos.

Su voz se tambalea en ese línea fina de fragilidad: es el pulso que hace que el quiebre se transforme en un crujido suave y sensual para cantar lo bello y lo sublime. Para narrar la cotidianidad del amor, de los vínculos, de la necesidad de aproximarse a la piel del otro. Fue la belleza de eso que no es ruptura, que se resiste pero que tampoco está completo:

«Estoy hecha de plástico
Y me encuentro después».

El escenario resplandecía con un rojo intenso que elevaban su figura a la imagen de una virgen sureña y mileniall, de crop top, pantalones blancos y botas en los pies. Porque la iniciación al amor, a la vida y a esta ciudad, se transita en botas: para correr siempre que sea necesario, para patear la calle y la vida de la misma forma en la que ella canta: con fuerza y sin demasiados artificios.

Toda ella.
Toda blanca y sublime.
Toda cruda.

Sobre un escenario hecho fuego: tan solo y tan todo su voz ronca y su guitarra, pa’ seducir a un público que se resistía al rapto.

Conforme cantaba, el lugar se llenaba de más y más gente. Aunque luchaban, iban cayendo de a poco en el juego: despojándose de los recuerdos adquiridos hasta ese momento y creando aproximaciones nuevas a partir de su voz. «Sos vos el que no pudo verme», cantó Feli, y la guitarra que se hizo paso y recorrido: el camino por el que transitó y recreó el deseo, le dio dimensión, color y forma.

Fue el canto de un llanto compungido, constante y rítmico: como un eco que se expande y lo abarca todo y que hiló un discurso que habla de pieles ajenas y del tiempo.

«Amor
Lo que ves de luz
Lo tengo de oscura».

Buenos Aires – a ratos – es una ciudad que no se deja seducir. Que busca marcar siempre el ritmo narrativo de todo lo que (le) pasa. Se descoloca ante un discurso potente e intenso. Se descoloca ante eros y la feminidad. Y entonces la tensión se hace palpable. El cuerpo del público habló y los vimos chocar una y otra vez con el del otro. Lo vi enfrentarse consigo mismo, resistirse a bailar a un ritmo que no era el que él propuso. 

El escenario pasó del rojo al  fucsia pero sin dejar la intensidad. El público estalló en gritos y aplausos cuando apareció  Zoe Gotusso y su belleza torpe, repleta de gestos que danzan entre lo clumsy y lo lúdico y que contrastaron con la presencia – casi – silenciosa de Santiago Celli.

El dúo cordobés apareció con outfits a juego: chaqueta y pantalones de jean con el mismo estampado, adaptado a la comodidad del cuerpo de cada uno.

La música comenzó y todo estuvo dispuesto para articular el discurso de un álbum escrito con un lenguaje cercano, que decodifica a Buenos Aires: sus modos y su furia, desde la mirada del outsider. El dúo es de Córdoba y hasta hace muy poco confesaban que todavía se pierden en la ciudad. Quizás aún les pasa pero no lo sabemos.

Salvapantallas es una banda cuya música logra que cada sonido/adorno, complete la imagen de la modernidad urbana. Son pequeñas piezas sonoras que hilan un concepto: gestos hechos de ondas que vibran en la inmensa piel de la ciudad, como los tatuajes de los brazos de Zoe.

Fue la simpleza lo que disfrutamos, lo que nos cautivó esa noche: el movimiento lúdico de Zoe sobre el escenario y el fraseo torpe y bonito. La belleza de lo sencillo y la mirada que conectó de frente con el público. Zoe se sentó sobre la tarima y dejó que sus pies colgaran, se hizo cercana y nos dejó esa imagen preciosa en la que parece que juega todo el tiempo: con las luces, con el espacio, con la música.  Y que mira con esos ojos gigantes que observan al público con un cariño innegable, con una ligereza que dijo mucho sin necesidad de palabras.

«Quiero que me mires bien
Quiero que estés cerca
Quiero que me trates bien
Y que no des vueltas»

Quedamos atrapados en la calma de su voz, en el fraseo de la guitarra de Santi y en su presencia que no se desdibujó del escenario. El público intentó en varias oportunidades marcarles el ritmo pero no pudo: la euforia porteña quedó reducida al encanto cordobés. 

«Cuando hablen del amor
Muéstrales está canción
Y si sigues tan distante háblale de vos»

Y de pronto la dinámica cambió: el dúo desapareció del escenario para irrumpir sobre una pequeña tarima en medio de la sala, en la misma posición con la que nos conquistaron en los primeros videos en YouTube de años anteriores. De a poco aparecieron flotando las cámara de los celulares, creando una pantalla invisible alrededor de ellos, como si Niceto Club se hubiese transformado en un smarthphone o una laptop. Ahí estaban Zoe y Santi recreando el inicio para cantar «Bossa +» y «Fue Amor».

El highlight de la noche, sin embargo, fue el cover de «Morena Mía» junto con Feli Colina. La mirada cómplice entre ella y Zoe dejó al público estupefacto. Sumergido en el punto exacto de suspenso que latió desde el principio.

El baile entre ambas y las miradas cómplices, fueron el contexto perfecto desde el cual cantaron la letra sensual y sugerente de Bosé, cerrando con un guiño de «Mía» de Bad Bunny con Drake: fue el cover ideal, en el punto de ebullición correcto, en medio de una época efervescente, frente a un público que insistió en encerrarlas en adjetivos innecesario. Palabras que remitieran a conceptos de género e identidad sexual que los ubicara, que les diera dimensión a algo que fue, sencillamente, eros danzando sobre un escenario.

«Y por mi parte
Sobra el arte, lo que me das
Dámelo, dámelo bien
Un poco aquí y un poco ¿a quién?
Tú sabes que eres mía
Mía
Tú sabes que eres mía
Mía»

«Me Conecto» fue la canción que cerró la noche. Santi recreó las líneas de Drexler. El público los acompañó, coreó todas las canciones, dejándolos mudos de agradecimiento y cariño. Se despidieron con la clásica foto sobre la tarima y el público de fondo alzando las manos. «Esta es la foto que siempre le mando a mi mamá» dijo ella, con el encantador acento cordobés. Así se fueron, sumando frases a este confuso ejercicio de cantar la vida y hablar de amor en la ciudad de la furia.

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