La Ceremonia de la Leyenda

Enrique Bunbury | Luna Park | 15.02.2018

Existen fanáticos que evolucionan con los artistas, se moldean a la transformación creativa, que siempre hay algo nuevo para decir y nosotros queremos escucharlo, una nueva rabieta, una tonada distinta, ese ritmo novedoso que no me suena a aquella vieja banda de mi juventud revoltosa. También están las remeras gastadas, orgullosas del Héroes del Prix D’Ami Circa 1994, atrapados en el pasado, piden a gritos el viejo tema, ese desesperado por otro intento, de cantar y romper la garganta más, una vez más; esta noche todos, caben en el Luna Park, Enrique Bunbury está en Buenos Aires.

Con luces apagadas, el maestro Bunbury entra por el escenario acompañado de Los Santos Inocentes bajo el intro de “Supongo”, vestido de traje blanco marfil, de presencia mística y elegante, un par de cadenas cuelgan de su cuello y lentes de aviador rojos cubren sus arrugas de 50 años, es pura gloria y seriedad, ya no caben las semejanzas con los Waits, Morrison, Bowie o Cohen, Bunbury es Bunbury.

En presentación de su más reciente producción “Expectativas” todo comienza con “La Ceremonia de la Confusión” y “La Actitud Correcta”, himnos de pocos meses de vida que todos saltan y cantan como celebración al aquí y al ahora, Enrique es dueño de todo y todos mientras pasea, señala y baila entre luces rojas y violetas.

El aragonés errante se camina por la cuerda floja entre el cabaret, el rock, la ranchera y los clásicos, siempre ecléctico, siempre necesario, regaló versiones de lujo de “Héroe de Leyenda”, “Tesoro”, “Mar Adentro” y la salvaje “Maldito Duende” de los extintos Héroes del Silencio, banda que lo vió nacer y superó con una carrera impresionante de discos solistas, íntimos y alucinación trabajada.

Una versión desgarradora de “Más alto que nosotros, solo el cielo” y un político puñetazo en la cara en “Bandeja de Plata” donde Bunbury se acerca al mar de manos que ansían un touch de gloria y amenaza el momento que vivimos como sociedad, “No puede un retrasado mental, estar al frente de todo”, frase que retumba las paredes del recinto de esta ciudad y seguramente en cada escenario latinoamericano que el español ha pisado en este tour.

El momento perfecto de la noche: “De todo el Mundo” melancólica, desesperante, el sudor es lagrima y el amor es sangre, cuando gritos ahogados acompañan la voz salvaje, somos misa que alaba a Los Santos Inocentes, Álvaro Suite, Robert Castellanos, Rebenaque, Ramón Gacías, Jordi Mena, Quino Béjar y Santi Del Campo, son testigos de nuestro lamento, de nuestras peticiones y nuestros aplausos.

Encore. Un pequeño descanso permite al abarrotado espacio respirar un poco, se corea el “Enrique, Enrique” quien vuelve con la grandiosa “Que tengas Suertecita” del documento itinerante de “Viaje a Ninguna Parte”. Siempre podemos contar con Bunbury para regalarnos esa canción que repara nuestros corazones, saltamos con “El Extranjero”, coqueteamos al burlesque de “Sí” y abrimos los corazones derramados entre las colillas del cigarro y el clásico “Infinito”. Es una noche que se queda sin voces pero con la carne viva para seguir.

La obligatoria “Lady Blue” nos muestra el mejor Bunbury, maduro, decidido, cómodo en su eclecticismo, un maestro letrista y dueño absoluto del escenario, a veces agresivo y otras vulnerable, agradecido con sus seguidores cierra con “La Constante”, donde nos asegura que este, es el mejor de los posibles, el mejor Enrique Bunbury, la opción infalible.

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