Jorge Drexler en el Gran Rex: Un silencio que resuena.

El histórico teatro de la Avenida Corrientes nos recibe esta noche de primavera para agasajarnos con una velada sumamente esperada en nuestra ciudad. El cantautor uruguayo, Jorge Drexler, nos visita con uno de los formatos que más enamora a la audiencia de nuestro país. Un concierto donde el silencio será el elemento protagonista que Drexler, con su guitarra y su voz, usará como un disparador para desnudar todo su repertorio y recrearlo de la manera más pura. 

Los argentinos Guadalupe y Javier; integrantes de la banda madrileña ‘Dúo La Loba’, calman nuestra ansiedad con una hermosa introducción, degustando los primeros aplausos de la noche junto al público presente; que va ocupando la totalidad de las butacas del teatro.

‘Silente’ comienza en la plena oscuridad de una sala de localidades agotadas, Jorge ingresa al escenario como un destello: “..flotando en el más rotundo ahora mismo y aquí, así flota un colibrí: a 100 aleteos por segundo. Buenas noches Buenos Aires”. Listo, ya estamos completamente en la palma de su mano.

Agita una pequeña caja de fósforos al ritmo de “Transporte”, que canta muy suavemente y el público responde con los coros en un mismo volumen, casi como si estuviera ensayado. Algunas más aventuradas hasta se le animan a la armonía, sumando una segunda voz.

Le suceden “Eco” y “Estalactitas”, donde la Gibson 175 del músico; que parece sigilosa en un principio, se roba el eco de la sala expandiéndose como desde el más allá junto a su voz. Creo que el juego “experimental” es el que más le gusta, y por consecuente el que mejor le sienta porque sus canciones ya no son las ejemplares, sino que se salen del molde y se impregnan en nosotros casi como una nueva canción.

Con la condensación del silencio y de la escucha que enriquecen el aquí y ahora, llegan “Deseo” y “Guitarra y vos”, delante de unas proyecciones que se materializan y transforman sobre los paneles blancos que yacen detrás del cantautor. Una puesta finamente ideada por el argentino que acompaña a Jorge desde Madrid: Maxi Gilbert. Ambas canciones resuenan en la sala como un mantra, interpretado tímidamente por la audiencia a la par del canto bajito del músico.

Quienes han tenido la oportunidad de presenciar uno o más encuentros con Drexler, sabrán que además de ser un enorme músico, compositor y cantante, es un erudito de la conversación. Siempre comparte sus historias y saberes de manera poética, creando un diálogo íntimo con los presentes y esta noche no será la excepción. Con el cambio de su guitarra nos presenta su primera canción, “La Aparecida” y a continuación dedica “Salvapantallas” a sus hermanos, recordando aquella época donde “de pronto la casa se llenó de canciones”.

Como el faro de ‘12 segundos de oscuridad; nos guía en la negrura de la sala con su saco blanco, su guitarra y su voz única, hasta la orilla de “Chega de saudade”, el homenaje que elige para recordar al músico brasileño fallecido en julio, João Gilberto, referente de miles de músicos que eternizan su obra en cada oportunidad. 

Junto a “Abracadabras” se suma un nuevo compañero a la escena; un péndulo de Newton que el cancionista coloca a su lado y utiliza para marcar el tempo de la canción, de manera isócrona, acompañándolo con su guitarra. Un recurso que como él explica, es generador también de silencios. En esta fascinante contradicción donde un espectáculo musical puede fluir alrededor del concepto fundamental del silencio, menciona la teoría de Lavoisier donde “nada se crea, ni se destruye, Todo se transformapara sumar dicho tema a la lista de la canciones.

“Disneylandia“, “Pongamos que hablo de Martínez”; dedicada a su mentor musical y nocturno: Joaquín Sabina, «La edad del cielo», con la voz procesada y “Sea”, rememorando a Mercedes Sosa, también fueron parte de ella.

Con un primer amago de despedida, volvió con su guitarra roja a comenzar el desenlace con “Equipaje”, bien chiquitito, ”Movimiento”, “Telefonía”, “Asilo” donde lució el reverb de su guitarra y obviamente “Silencio” donde por primera vez el escenario se iluminó con una luz blanca cegadora.

«Drexler es un artesano de la música, con una técnica magistral para proyectar su voz aún sin micrófono y abrazar la totalidad de la sala, que en penumbra se estremece de emoción».

Por supuesto durante la noche, hubo elogios de sobra por parte del público, declaraciones de amor y expresiones de euforia que el músico correspondió locuazmente entre risas. Realmente fue un espectáculo sin igual en su historia. 

Drexler es un artesano de la música, con una técnica magistral para proyectar su voz aún sin micrófono y abrazar la totalidad de la sala, que en penumbra se estremece de emoción. Una noche despojada de artificios decorativos, el escenario; un lienzo en negro que su música pintó de color, y Buenos Aires que se queda con un aura de paz, siempre a la espera de su regreso.

‘Silente’ devuelve la canción como mínima expresión del alma.

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