Dropkick Murphy’s || Groove || 31.10.17
Martes, cortando la semana, nos acercamos al teatro de Flores a celebrar junto a los DROPKICK MURPHY´S uno de los banquetes más deliciosos, la hermandad. Sentirnos en comunión con el de al lado, cantando canciones que nos unen en la lucha y la gloria libertaria.
Mucha remera negra, mucho tatuaje y mucha cerveza. A telón descubierto probando instrumentos, de a uno, punteando algunos acordes, afinando, así se nos van mostrando y el público estallado en esos momentos en que alguno de los integrantes se envalentonaba en la prueba.
Directa y precisa, como esa patada doble en el pecho de los luchadores de catch, aparece la banda, contundente. Explota el teatro al verlos vestidos completamente de negro y con una tira blanca en el cuello, ironizando el sacerdocio y trayéndonos un poco esa escena, con una gráfica con su nombre por detrás de la batería, como insignia legendaria, como un escudo en la lucha.
Los épicos y legendarios temas como “I’m Shipping Up To Boston”, “The Boys Are Back” y “Rose Tattoo” son los encargados de hacer arder los cuerpos que no paran de saltar, de transformar al público en una fábrica de mosh que hace pasar gente por arriba de las cabezas, como si nacieran del piso pasaran por arriba nuestro y volvieran a caer, para nuevamente levantarse y flotar en el aire.
Para cerrar la noche, el público invadió el escenario junto a la banda, pudo cantar y bailar a la par, y dio lugar a ese momento, en que todos somos arriba y abajo al mismo tiempo.