En los últimos días del año que acaba de culminar, una noticia sacudió el mundo. El fallecimiento del arzobispo emérito sudafricano Desmond Tutu, a los 90 años, a causa de un cáncer de próstata, conmocionó a millones de personas en su tierra natal, así como también en muchas otras latitudes.
Tras producirse su deceso, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, dispuso una semana de duelo para honrar la memoria de quien fuera uno de los principales opositores al brutal régimen de segregación racial denominado Apartheid, instalado en el país durante más de 40 años. El pasado sábado 1° de enero tuvo lugar el funeral, en la Catedral de San Jorge, su antigua parroquia, ubicada en Ciudad del Cabo, en la costa sudoeste del territorio nacional.
Conocido por su sotana púrpura, su eterna sonrisa y su sentido del humor -en momentos sumamente trágicos para su pueblo y su país-, Desmond Tutu fue una figura crucial de la resistencia contra el régimen racista afrikáner instalado en los años ‘40.
A principios de los años ‘60 se había licenciado en Teología y comenzaba su carrera en la Iglesia Anglicana. Desde su rol eclesiástico, que lo inmunizaba ante la maquinaria represiva estatal, alzó la voz de manera firme y constante durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, organizando movilizaciones pacíficas para protestar contra la opresión segregacionista, y defendiendo a los numerosos presos políticos, como Nelson “Madiba” Mandela -quien definió a Tutu como “la voz de los que no tienen voz-”. El sendero de lucha pacífica e incansable que emprendió lo llevaron a recibir el Premio Nóbel de la Paz en 1984, y a convertirse, en 1986, en el primer sudafricano negro en ser arzobispo en su país, quedando a cargo del Arzobispado Anglicano de Ciudad del Cabo.
No es posible recorrer su vida sin contemplar el curso de la historia sudafricana, así como tampoco es posible comprender el pasado reciente y lejano del país sin conocer su legado.
Los cimientos del Apartheid
A comienzos del siglo XX, el nacionalismo racista y segregacionista de los afrikáners (colonos de origen neerlandés) se encontraba en plena expansión. En el año 1948 asume la presidencia Daniel Francois Malan, miembro del Partido Nacional Reformado, que impulsará la instalación de un régimen de segregación racial integral y general a nivel nacional, conocido como Apartheid.
Pese a ser una minoría de aproximadamente 20% de la población, los afrikáners desplegaron una estructura de dominación férrea y cruel, que no dudó en derramar la sangre requerida para cumplir con su objetivo. ¿Cuál era? Entronizar un modelo de país en el cual la minoría blanca gozara de todos los derechos y privilegios de los que la mayoría negra sería despojada.
Entre estos cambios encontramos que se prohibió que las y los negros utilizaran, compartidamente con la población blanca, desde hospitales y escuelas hasta playas y medios de transporte público. También los matrimonios interraciales, la permanencia en diversos espacios públicos, el voto, y la ocupación de cargos públicos. Si la decisión era que hubiesen hospitales y escuelas para blancos y para negros, no era difícil de intuir que el financiamiento y mantenimiento que recibirían los primeros sería gigantescamente superior al que recibirían los segundos.
Efectivamente, en ese contexto, la salud y la educación para la población negra era desastrosa. Pero la pesadilla no quedaba solo ahí. En el caso de la salud, una ambulancia “para blancos” podía negarse a transportar a un negro, pese al hecho de que las ambulancias “para negros” en su mayoría carecían del equipamiento necesario para la atención de emergencias. Por otra parte, en situaciones de la vida cotidiana como la formación de una fila, los blancos tenían prioridad ante los negros, sin excepción.
«Desmond Tutu es la voz de los que no tienen voz»
Nelson “Madiba” Mandela
Las sucesivas repercusiones de las denuncias internacionales impulsada por Tutu sobre los crímenes del Apartheid, junto con las oleadas de protestas desplegadas durante los años ‘70 en Sudáfrica, fueron horadando paulatinamente el sostén político tanto interno como externo del régimen.
Hacia fines de los años ‘80, quedaba claro que tenía los días contados. La llegada a la presidencia de Frederik de Clerk inaugura una etapa de distensión de la represión, y la excarcelación de “Madiba” el 11 de febrero de 1990 (luego de 27 años en prisión) fue un parteaguas. En 1992 se celebra el referéndum que certifica la finalización del Apartheid, y en 1994 la convocatoria a elecciones generales otorga la presidencia de la Nación a Nelson Mandela.
El arzobispo sonriente, que comparaba al régimen racista con el diablo, se hizo conocido a lo largo y ancho del planeta por sus diversos posicionamientos en tornos a asuntos políticos y sociales de enorme importancia. Algunos de ellos le valieron enfrentamientos hacia el interior de la Iglesia Anglicana, en la época en la que el gobierno segregacionista sudafricano encontraba aceptación social no solo en los blancos del país sino en los de numerosos países occidentales.
Su pelea por los derechos
Desmond Tutu fue un defensor de la igualdad del hombre y la mujer, y de los derechos de las y los homosexuales (llegó a afirmar que no creería en un Dios que fuese homófobo). También del uso de anticonceptivos y del derecho al aborto en casos de violación o incesto. Se mostró a favor de la adopción de medidas para combatir el cambio climático, e impulsó campañas para el mitigar las consecuencias del VIH. Y por si fuera poco, sostenía la necesidad de que el pueblo palestino tuviese un Estado propio, y afirmó que tanto el ex presidente estadounidense George W. Bush como el ex primer ministro británico Tony Blair debían ser juzgados ante la Corte Penal Internacional de La Haya por las atrocidades cometidas en la Guerra de Irak.
Sin dudas Tutu ha pasado a la historia como una de las figuras más importantes de la defensa de los Derechos Humanos en la historia reciente de la humanidad, tanto por lo atroz que fue el régimen que decidió enfrentar, como por la coherencia histórica en sus manifestaciones y posturas, aún cuando le valieran la crítica o la enemistad de más de una persona. En su país, lo despiden con gran emoción cientas de miles de personas que conservan en su memoria el sufrimiento encarnado en la opresión vivida durante los años de la segregación. Si millones te lloran, por algo será.