El ruso Lebon emocionó a todo el Konex repasando casi cinco décadas de música
En un tórrido viernes, comienza el mes de febrero, y a pesar de la presencia de nubarrones amenazantes, el cielo se abre lentamente al caer la tarde, mientras comienza a llegar el público al patio del Konex, ubicado a pocos metros del Abasto.
En las inmediaciones del escenario se congrega un crisol generacional, que abarca desde aquellos que vivieron aquella vasta y hermosa ebullición del rock local en la década del ‘70, hasta los millennials, que quizás por herencia de sus padres, o simplemente por acceso a la información llegaron a descubrir y emocionarse con la obra de monstruos como el que nos convoca en esta oportunidad, el ruso David Lebon.
Dado que el motivo del show es un repaso por la carrera de David, creo que es importante tomar noción de lo que representa su inmenso legado, haciendo un breve repaso. Ha formado parte de bandas emblemáticas, entre ellas Pappo’s Blues, Color Humano, Pescado Rabioso, La Pesada del Rock and Roll, Polifemo, Serú Girán, y estoy dejando mucho afuera, ya que ha grabado en innumerables álbumes de otros artistas como invitado, aportando principalmente con guitarra y voces, pero también el bajo, batería, teclados, etc.
Pasadas las 20:15, el ruso sube al escenario, acompañado de su experimentada banda, que desde los cimientos se forma con Daniel Colombres y Roberto Seitz en batería y bajo respectivamente, Gustavo Lozano en guitarra rítmica, Leandro Bulacio en teclados, y Dhani Ferrón que alterna teclados y guitarra según el tema.
De muy buen humor, se cuelga su clásica Gibson 335 negra, primera de varias otras violas que irá alternando según la ocasión. Dirige unas palabras de agradecimiento y amor al público, y comienza con En una hora, seguida de un puñado de temas de su etapa solista: Encuentro Supremo (de su último álbum homónimo), Perro negro, Bonzo y Llorar de amor.
A sus 66 años, se lo ve muy bien, con la voz entera. Entre tema y tema bromea con el público, e incluso recuerda a Pappo, luego de que una estruendosa moto se deja escuchar por detrás del escenario, ubicado a espaldas de la calle Sarmiento.
La continuidad del show nos eleva varios peldaños en nuestra escala emocional, al sonar los primeros fraseos de guitarra de Esperando Nacer, que es seguida por En la vereda del Sol, ambos clásicos de Serú Girán, incluidos en Peperina (1981).
El ruso llama al escenario al único invitado de la noche, Lisandro Aristimuño. Junto a él en guitarra acústica y voces, desempolva Casas de arañas, de su debut solista de 1973. Luego llega lo que fue sin dudas uno de los puntos más altos y emotivos del show; la bellísima Credulidad, de Pescado Rabioso, compuesta por Luis Alberto Spinetta e interpretada en la voz, de manera respetuosa y notable por el guitarrista Gustavo Lozano.
También de Pescado, suena la hermosísima Hola Dulce Viento (mañana o pasado), compuesta por David; una canción que el mismo Luis admiraba y veneraba, por su simpleza.
El concierto se torna más íntimo y cercano, al sonar casi exclusivamente el ruso con su guitarra y voz, junto al maestro Bulacio en las teclas. En este formato suenan El tiempo es veloz, tema da nombre al show, y a su álbum solista de 1982, seguido de San Francisco y el Lobo y Parado en el medio de la vida, ambos de Serú.
Ya promediando el show, siguen sonando himnos de esta gran banda: Cuánto tiempo más llevará, retrato de tiempos dictatoriales y Mundo agradable, de aquel álbum reencuentro de comienzos de los ‘90. Lo que sigue es el momento más intenso del show, creando una atmósfera sonora muy floydeana, se trata de Noche de perros, de Serú, perteneciente a La grasa de las capitales (1979), cuyos últimos compases dan lugar a que el ruso demuestre de manera vertiginosa toda su experiencia rockera a través del diapasón, siempre inmutable, y con una sonrisa pintada en el rostro.
Ya para el cierre llega Copado por el diablo, un viejo blues de su álbum debut, que incluyó un breve guiño a Blues local de Pappo. Siguiendo con la temática, y dándole el gusto a uno del público, que en cada hueco lo pedía a los gritos, suena Encuentro con el diablo, aquel tema que musicalmente nació de una broma entre Charly y David, zapando sobre Sweet Home Alabama, de Lynyrd Skynyrd.
El tiro de gracia viene dado por el tema obligado, como no podía ser de otra manera, Seminare; del álbum debut de Serú Girán (1978), que Charly compuso para que lo cante David, y que sigue siendo un número atemporal y emotivo, para varias generaciones.
De esta forma, en el transcurso de casi dos horas, el ruso repasó casi ¡50 años! de trayectoria, sin dejar afuera prácticamente nada de lo que pretendíamos escuchar. En definitiva, lo que nos transmite siempre con su música es amor y agradecimiento, que se retroalimenta del público, generando una sinergia, que por supuesto es positiva, y hace que nuestro mundo sea un poco más agradable.