Caballeros de la Quema en Festival Provincia Emergente
La Plata, una horda de treintañeros se acercan por la Av 25 para saldar un tema que había quedado pendiente. Cinco muchachos del oeste del Gran Buenos Aires habían tomado una decisión allá por el año 2002 que nos molestó y mucho. Durante quince años el reclamo fue intenso, molesto y a veces excesivo. Un mes y medio atrás, la decisión del regreso también fue abrupta, y eso la hizo más seductora aún.
Plenitud, vigencia, voces, ensamble, son algunos de los interrogantes que se plantean a la hora de un regreso, pero “Pejerrey” y “Patri” se encargaron de dejar eso guardado en un placard y mostrarnos el camino. Durante dos horas, nos soltamos y nos dedicamos a viajar por nuestra adolescencia, esa a la cual le faltó conciertos de estos tipos, que se miran, se emocionan de manera genuina en canciones como “4 de copas”.
Guerra, Méndez, El Nene y Pato están sonando tremendo, Iván se mueve como si estuviera pisando los treinta, la edad que tenemos nosotros hoy, suena “Gusanos” y nos acordamos de lo bien que tocaban los reggaes los Caballeros. Tocaron temas de todos los discos, “Fulanos de nadie”, acaso la mayor gema desde el puño de Noble, suena y reafirma que la última placa también fue un discazo, editado en una época un tanto polémica por el coletazo de “Avanti Morocha”.
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El momento era tan mágico que respetamos y entendemos una versión “slow motion” de “Primavera negra”, el tema más viejo de los Caballeros, aquel que los hizo crecer de manera genuina en el under. “Carlito” era el falso final porque aunque estaban corridos de tiempos, el saludo final no iba a ser tan frío. A los curiosos que se acercaron, con “Celofán” les dejaron en claro que rockean bien y de lo lindo.
El final familiar fue con un “Avanti morocha” que no se podía esquivar, y un grupo de pequeños, los hijos de todos los integrantes de la banda, que se sumaron a modo de coro en “Oxidado”, para sacarle unas lágrimas genuinas y sinceras a Iván en ese abrazo de cuadro que se dió con Benito, su pequeño.
Se lo debían ellos, sus hijos se lo reclamaban y las deudas siempre hay que honrarlas. No hace falta mucho más Caballeros, esta era la noche y ustedes se prepararon de la manera que debían. Ahora, nosotros, los treintañeros, caminamos más livianos porque volvimos a cruzarnos con ese amor de pendejo.