Mimi Maura || Niceto Club || 04.11.17.
Bajo el característico ojo que ilustra la marca de Niceto Club, aquel que vigila desde los recovecos de la pista del predio homónimo a la avenida, se empieza a agrupar un puñado de seguidores, tímidos, expectantes. Se avecina un sábado mágico con sabor a tierra, y ellos esperan por su hechicera.
A las 22:27 hs. se abre el telón y una Mimi rockera nos espera, sentadita al borde del escenario, con una sonrisa grande como su carrera. Como toda quinceañera, se luce de chomba blanca, al frente de su manada de músicos, quienes visten remeras estampadas con banderas negras de Puerto Rico, no por luto, sino por reclamo de des-colonización.
Paradójicamente abre con “Soledad”, y hablamos de paradojas porque claramente no está sola. Tiene a una gran cantidad de personas de pie, ovacionándola, y una banda que la conduce a brillar como nadie. Suena en un reggae firme, tal vez por la fuerza que trae en su sangre, metalera de pura cepa, se mueve segura por todo el escenario. Nace un coro, a lo «Hit the road Jack», y aparece “Jamás estuvo aquí”, continuando con las contradicciones porque la portorriqueña está más presente que nunca. Es contagioso verla disfrutar así, baila, siente, la música la conquista, el ritmo la posee, es como una médium que traduce el idioma del sonido.
La bandera negra de Puerto Rico cuelga sobre la pared de ladrillos, y el fabuloso Rotman deja su saxo para llegar al frente del escenario y tomar su guitarra. Se sabe que dirige a gusto la ceremonia, alegre, corre de arriba para abajo y se enamora a cada nota de, como él la llama, su novia, la grandiosa Mimi.
Subimos a la cima con “El día de mi suerte”, con la voz de la cantante que suena como narradora de mitos y leyendas. Sabia y experta, Mimi toma el rallador para “Casas en llamas” y ahí comprobamos que no hay imperfecciones en su voz, puede hacer lo que se le antoje. Tal es así que hasta se anima a una versión jamaico-latina de “It’s Only Love” de Los Beatles. Y aunque estén de blanco y negro, los colores desbordan la sala a través su música.
“Quemapuentes” es una declaración de amor, que sale de su disco “Días de sol” y nos lleva a cantarla a gritos desde 2010, como un lamento confesado. Maxi Iglesias, reemplaza el bajo por el acordeón y acompaña a la cantante y su banda en “Al borde del tiempo”, canción que reza “Abrazar siete veces la vida” quizás una por cada integrante de esta banda.
Planta el ska con «Misterio«, que nos pone a todos a saltar y vuelve al rallador para «La huella» que hace que el público cumpla perfectamente su rol de corista. «Todos los días de sol» la canta junto a Sergio y mientras la banda continúa sonando, le hacen honor a la pasión de Escorpio, y los novios bailan juntos y enamorados.
«Yo no lloro más«, pega como un himno y Mimi la canta sumamente divertida. Seguido se cargan otro hit, «No, no, no» que sale de las entrañas más rockeras de la cantante. Y para un falso grand finale, eligen «Jay no me muero» para que la gente, obviamente pida más. Ya pasada la hora y veinte de recital, reaparece primero Maneco Saez con su guitarra y lo siguen el resto de los músicos. La curandera revuelve con el micrófono su olla de poción mágica y humea «Laberinto de Pasión«.
23:55 hs. suena el último golpe de batería de «Judge Not«, homenajeando a Marley y se despiden. Aunque inevitablemente el público necesitaba algo más, «Siempre piden más» dijo la cantante. Mimi Maura queda sola sobre las tablas, a los gritos le piden que suene «Apartamento» y se arriesga a cerrar la fiesta con un tema acapella y duro. Duro como una historia de vida, sensible como la piel de gallina que nos deja. Y como una diosa, ahora sí, se vuelve para el Olimpo.