The search for (almost) everything

John Mayer | Hipódromo de Palermo | 29.10.2017

El tamaño de la expectativa de un recital es directamente proporcional al tiempo de espera del mismo, John Mayer visitaba nuevamente Buenos Aires y tuvimos que aguantarnos 6 meses para que llegara este domingo de primavera, tiempo suficiente para escuchar todos sus discos cientos de veces.

El día había llegado y largas filas rodeaban el Hipódromo de Palermo, fanáticos jovenes acompañaban a fundamentalistas del blues, todos ansiosos mirando el reloj anhelaban las 21:00hs para que el norteamericano de Connecticut subiera al escenario, vimos pasar a la local Loli Molina con su blues/pop de soliloquio de guitarra eléctrica, dulce y poderosa voz que amenizó la tarde mientras los asientos iban llenándose lentamente.

Los segundos teloneros de la noche eran los invitados mexicanos de «Rodrigo y Gabriela», con un set acústico de guitarras efectitas de gran virtuosidad, el dueto dejó colar un par de covers de rock mientras lidiaban con la ansiedad colectiva del recinto, ahora casi repleto en su totalidad.

Listo, las 21:00hs y las luces se apagan entre los aplausos, el cielo empezaba a nublarse y par de gotas de lluvia tambien se asomaron junto a la banda que aparecía en escena, una gigantesca pantalla de fondo anuncia “John Mayer presents: The Search for Everything” nombre de la gira y su último disco.

Chapter I: Full Band.
Entre los integrantes destacan Pino Palladino en el bajo, Steve Jordan en la batería, David Ryan en la guitarra y Larry Goldings en las teclas, coristas y una tercera guitarra completaban la banda y por supuesto John Mayer con su bellísima Charvel X Powell Peralta custom made, “Helpless” de su más reciente producción es la elegida para arrancar la noche.

Mayer se ve relajado, viste un cargo y remera de mangas cortas, su guitarra habla por él, frente a nosotros tenemos al heredero de Clapton, demuestra una madurez musical con sus 40 años de edad, cuando se aleja del micrófono se le ve seguro y cómodo, recordamos cuando un joven Mayer buscaba aprobación con cada nota, hoy es uno de los grandes.

Buenos Aires lo recibe con el clásico “olé ole”, Mayer se emociona y solea al ritmo del público, rapidamente la banda improvisa y todos cantamos con ellos, esta sería una noche que nadie olvidaría, “Moving on and getting over” suena y saluda con un “good evening Buenos Aires, welcome to The Search of Everything”

“Who Says” y “Changing” siguen el repertorio, a este punto Mayer ya ha usado 4 guitarras distintas, incluyendo la Fender Stratocaster Black1 desgastada de siempre, si entre el público existía algún dudoso del Mayer en estudio, para este punto él se encargó de hacerlo creyente, como buen maestro del blues, el recital es el hogar.

Es curioso ver como de vez en cuando se refugia en Steve Jordan, como buscando su feeling para solear en zona de comfort, cierra la primera fase del recital con “Why Georgia” y la banda se retira en la oscuridad, mucho viento en el hipódromo, miramos el cielo y nos preocupamos.

Chapter II: Acoustic.
El set más romántico, gritos desenfrenados de fanáticas cuando canta “Your Body is a Wonderland”, su primer gran éxito, “In your Atmosphere” y “Neon” acompañan a un Mayer con una guitarra acústica, suena igual de bien en su faceta más sensible y vulnerable, no dejamos de pensar que podría funcionar en un show íntimo, pequeño y acogedor.

El arma escogida es una Martin Custom Made, el sonido es perfecto y se siente en todo el barrio. Hasta este punto John solo ha tocado temas originales, esperabamos el tributo a Tom Petty con “Free Falling”, pero nunca llegó. Ráfagas de viento atacan la estructura del escenario, la música ayuda pero el clima no.

Chapter III: Trío.
John Mayer, Pino Palladino y Steve Jordan; lo más esperado de la noche, tocar con estas dos leyendas del rock/blues es un sueño hecho realidad para cualquiera, Mayer lo sabe y lo agradece desde el principio, tocan a la perfección el cover de Robert Johnson “Crossroad”, estamos frente a maestros del blues.

Pino Palladino es asombroso, “Who do you think I was” suena y estamos en otro concierto por completo, Steve Jordan lleva el orden de la noche y Mayer no se queda atrás, ya no es el chico del 2005 cuando estos tres se juntaron, ahora es tan grande como ellos, el jamming generado del trío nos hace pensar que el blues salvó al mundo.

“Some of us, we’re hardly ever here, the rest of us, we’re born to disappear” canta Mayer en “Vultures” y es como si retara al Dios de la lluvia, el viento hace tambalear las luces de los costados de la estructura y despega una de la telas decorativas con las ráfagas, no ha terminado la canción cuando las nubes cargadas terminan de chocar entre sí y la lluvia cae sobre el Hipódromo (y en nosotros).
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El recital termina bruscamente, el equipo técnico se apresura a cubrir los parlantes y apagar las luces por seguridad, el público corre inútilmente buscando techo, el agua está sobre nosotros y ya no hay nada que hacer, Mayer no terminó el show, completamente empapados debemos retirarnos a nuestros hogares con un sabor de boca dulce amargo, John Mayer sonaba perfecto, tal vez demasiado para ser verdad, quedó demasiado pendiente, pisamos los charcos frustrados, tal vez tanto como él por no poder cumplir con la expectativa, ¿la búsqueda de todo? Lamentablemente quedó a mitad de camino.
 

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