Willy Crook & Funky Torinos || El emergente Almagro || 07.10.17
Un sábado a las 21:00 horas, paradito de pies y manos en la puerta de Acuña de Figueroa, altura 1030, me encuentro situado en el marco de la cuarta edición del «We Got The Funk» (Semana del Funk). El lugar es El Emergente. Emprendo el camino de la espera, tanto como otros grupos de personas que se posicionan en forma aleatoria por la vereda del lugar. Somos unos pocos, aparecen esos fragmentos de lo íntimo, el ir entendiendo los roles, parejitas amorosas, compañeros de vida, amistades, individuos de poco conocimiento entre sí, pero que destilan ciertas formas de romance. Se abren las puertas, ingresamos.
De aquellos pocos que habitábamos desde el inicio, nada queda. Una inmensa horda de piernas ingresa al lugar. Colmado, comenzamos a apretujarnos y calentarnos con el previo ritmo de fondo, arriba y abajo, del Funk y del Soul, con esa sensualidad con la que acaricia el Rhythm and Blues, la cual te hace sentir el ser más afortunado y vivo de este universo y del otro también.
Todavía la banda no salió. Ahora sí, damas y caballeros, con ustedes Willy Crook & Funky Torinos, el verdadero y único exponente del “Fi-Funk”, como le gusta definirlo a su mentor, saxofonista, vocero y guitarrista, sin importar el orden, o sí. Contento y entusiasmado comienzo a ingresar en ese encantamiento, mejor dicho, me dejo atrapar, ya que la decisión de quedarme es clara.
Tengo la sensación de que esa música nunca irá a terminar, nunca debería terminar, y sin pedir permiso aparece el buen gusto, ese lugar en el que todos coincidimos conocer aunque suene casi un imposible, pero reconozco la impronta de sentir un extrañamiento, y la sensación avanza como un humo espeso esquivándonos pero tocándonos a la vez, apenas, sin dejarnos estáticos. La realidad comienza a diluirse y aparecen temas como “Seen sin”, “Back to life”, “Rauch on” y a uno solo le queda estallar. Veo a la gente a mi lado y los veo sensuales, con esencia, de carne y hueso, todos lo vemos y cenamos esos frutos.
Los músicos son alucinante, unas coristas maravillosas que con sus voces estremecen y dan vida a cualquier adormecido. Un bajista preciso, contundente con peso propio, y a la vez suelto como un pañuelo al viento desliza un tempo arrollador. Un baterista presente, que se siente y se acomoda a los caprichos del Funk, del Jazz y del Blues. Un tecladista incisivo y punzante. Y una voz tensa y ronca, Willy Crook.
Hay algo muy querible en él, en sus chistes, en los gritos del público que vitorean cada vez que intercambia la guitarra por el saxo, en su transpiración que lo ablanda, en su pelo enraizado y amontonado que cubre su rostro y lo vuelve más humano, más ser humano que yo, que ando flotando al comienzo de cada tema, en donde escucho unos destellos que me recuerdan a aquellas voces del abismo que sonaban en albums como “Dark side of the moon” de Pink Floyd, y me transporta. El final nunca aparece, todavía estoy en la búsqueda de una dirección en donde equivocarme otra vez.