Bomba Estéreo || Teatro Vorterix || Martes 26.09.17
No es novedad que este martes de septiembre, a tan sólo una semana de la llegada de la ’Primavera’, la ciudad se vea cubierta de lluvia teniendo en cuenta la diversidad de cambios climáticos que vienen sucediendo. Como tampoco es novedad, que la lluvia no sea un freno para las ganas de vivir de nuestra ciudad que se presenta ansiosa en el teatro de la famosa esquina de Lacroze y Alvarez Thomas.
La banda colombiana, Bomba Estéreo, vuelve de su gira por el viejo continente a nuestro país, para presentarnos el nuevo disco que trae bajo el brazo. 21:17 hs. se apagan las luces del salón y comienzan a asomarse los ruidos nocturnos de una selva imaginaria. En el punto donde los grillos se combinan con los aullidos del público, parece que cae la noche dentro del anfiteatro y los balcones se vuelven copas de árboles altos cubriendo nuestras cabezas en la oscuridad.
Mientras se abre el telón y comienzan a golpetear atisbos de “Siembra”, la primera canción del disco, desborda la expectativa de cómo se completará el equipo en el escenario. La cantante, risueña y poderosa, entra por el costado derecho con una calza floreada, seguida de una malla a tono y una capa de lentejuelas que la cubre de los hombros a los pies, coronando su estilo de realeza con un sombrero de soldado que deslumbra de brilloso.
Tal como en el disco, le sigue “Ayo”, canción que además nombra a su quinto álbum de estudio, inspirado en uno de los lugares más poderosos del mundo que traen a nuestra ciudad al ponerla a sonar. Para no perder las raíces, suenan “Soy yo”, uno de sus clásicos más frenéticos que introduce a la audiencia en un ritual electro-terrenal, con la magia que emanan de tierra, esa que desparraman con su origen latino.
La voz de Li Samuet es de guerrillera. Su gracia divina está en la originalidad de sus notas y en su estilo único, no hay técnica previsible en sus rimas, es un grito que sale del choque entre el corazón y el alma. Un nuevo idioma que nace cuando una palabra terminada en ‘s’, se toca con una que empieza en vocal.
Retomando el orden vuelven con “Química” pero una vez más lo dejan de lado para traer unas más antiguas como “Que bonito” y “Somos dos”. Mientras Li se sienta a orillas del escenario o camina de una punta a la otra entre las olas de público, Vorterix definitivamente se transforma en el Caribe Colombiano. El público es una mixtura colombo-argentina, y ejemplificando de manera literal la canción “Internacionales” se une en un mismo son, bailando al ritmo de la misma música. Porque si el amor no conoce de idiomas, el baile tampoco. ‘Mezclaos’ como somos, nos zarandeamos en este himno a las raíces, que termina con una niñita de unos 10 años sacudiendo la escena como si hubiese nacido exactamente para eso.
“Amar así” se corea con el público, “Money, money, money” y “Fiesta” dejan en las tablas del teatro la huella de los saltos y meneos tan característicos de la cantante, que al grito de ‘Champeta!’ se agita sin escrúpulo alguno, sabiéndose dueña de esta noche y poniendo a todos los asistentes a temblar, el cuerpo, el piso y Buenos Aires.
Para cerrar, una versión tímida pero sostenida de “Fuego”, con el rallador de un Mati argentino, acompaña la presentación de los músicos, que transforman sus momentos de fama en una canción diferente, con un ritmo distinto por cada uno de ellos. Tal como es la banda, una fusión de ritmos para vibrar. Remata con la flauta de millo, instrumento típico de la cumbia caribeña que encabeza gran parte de sus canciones y nos libera a una ciudad un poco menos lluviosa que antes, y con un olor a mar que perfora el asfalto.