Según la Real Academia Española, se denomina resonancia a la «promulgación del sonido que se va disminuyendo por grados«. Otra interpretación dice que es un «sonido producido por repercusión de otro«. Como tercera definición, se denomina así a «cada uno de los sonidos elementales que acompañan al principal en una nota musical, y comunican timbre particular a cada voz o instrumento«. Para quienes asistieron el pasado sábado 12 de Agosto al Teatro Coliseo Podestá de La Plata, Resonancia significa una celebración a los 35 años de carrera solista de Pedro Aznar.
Acompañado de su banda, integrada por Alejandro Oliva en percusión, Julián Semprini en batería, Coqui Ortiz en guitarras y Federico Arreseygor en teclados, Pedro Aznar propuso un repaso a través de los puntos más representativos de su trayectoria, que tuvo su puntapié con «Conduciendo una locomotora», canción perteneciente a su disco debut de 1982. La selección de canciones, a lo largo de más de 2 horas de concierto, no dejó fuera ningún disco de su carrera sin tocar: Desde “Pedro Aznar” (1982) pasando por “Contemplación” (1984), “Fotos de Tokyo” (1986), “Cuerpo y alma” (1998), hasta llegar a sus álbumes más recientes, como Ahora (2012) y A contraluz (2016).
Las distintas colaboraciones que Aznar realizó para bandas sonoras de películas tampoco quedan fuera de esta retrospectiva, y se pueden apreciar en el intervalo del show, acompañadas por imágenes de los diversos films. Entre ellas, sus colaboraciones junto al director Eliseo Subiela, en películas como «Hombre mirando al sudeste» (1986) «Ultimas imágenes del naufragio»(1989) y «No te mueras sin decirme a donde vas» (1995), entre otras.
No sólo de composiciones propias se encuentra conformada Resonancia, sino que a lo largo del concierto también se pueden encontrar temas como «Tomorrow never knows» de The Beatles y «Ya no hay forma de pedir perdón» de Elton John; grandes canciones que Aznar logró interpretar al nivel de imprimir en ellas su sello personal.
Resonancia no sólo se hace fuerte por el recorrido de canciones, sino que también tiene puntos altos en sus detalles: la sutileza del sonido, el uso preciso de las luces para generar el clímax, la utilización de visuales para contextualizar diversos momentos, el respetuoso silencio del público ante la representación de la obra en vivo. Resonancia no es sólo un repaso preciso y esencial acerca de la vasta trayectoria de Pedro Aznar: Resonancia es Pedro Aznar en estado puro.