El miércoles 16 de abril, Polimá Westcoast transformó el Teatro Vorterix en un templo del ritmo y la emoción. Pasadas las 4am de la madrugada del jueves con una sala repleta que no paró de corear desde el primer beat, el artista chileno desplegó todo su carisma en un show que fue mucho más que música: fue comunión, entrega y euforia colectiva. Ultra Solo, Baby Otaku y My Blood fueron algunos de los himnos que hicieron vibrar a un público que no dejó de saltar ni un minuto.
Con una puesta en escena sobria pero potente, Polimá logró lo que pocos: conectar sin artificios. Entre luces azules, visuales digitales y su inconfundible voz melódica, el show fue un viaje por todas sus etapas, desde los inicios más experimentales hasta los hits que lo posicionaron en la cima del urbano latino. Hubo lugar para momentos íntimos —como cuando cantó a capela fragmentos de temas inéditos— y para la fiesta total, con un cierre explosivo al ritmo de Kawaii que dejó al público pidiendo una más.
Lo más valioso de la noche fue esa energía real que se generó entre artista y audiencia. Sin poses, sin fórmulas repetidas, Polimá ofreció un show sincero, fresco y profundamente emocional. Lo de Vorterix no fue solo un concierto: fue una celebración del presente y una promesa de todo lo que aún está por venir.
Santiago Junco estuvo en Colegiales en la madrugada del jueves y dejó algunas imágenes de una noche muy especial.
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