La capital francesa fue testigo de la anti-novela de Julio Cortázar, y hoy se la puede recorrer con Google Maps. Un viaje por los lugares nombrados en la obra publicada en 1963. Se pueden seguir las referencias que el autor hizo de la ciudad parisina y acompañarlas con frases de la obra en la plataforma gratuita de mapas virtuales. La dirección es goo.gl/maps/irIvN.
El Sena, el boulevard de Saint-Germain, la place de la Concorde, el barrio de Montparnasse y otros tantos lugares.
Es solo cuestión de situarse en un punto concreto del mapa, con el fragmento del texto y el capítulo de la novela donde se encuentran. De esta forma, cualquier lector de Cortázar podrá seguirle los pasos a Horacio y a la Maga a través de las calles de París.
Mi recorrido
La ciudad de las luces tiene muchos rumbos, recorridos, direcciones e indicaciones, pero quizás lo mejor según Cortazar es: perderse.
¿De que sirve saber o creer saber que cada camino es falso si no lo caminamos con un propósito que ya no sea el camino mismo? (Capitulo 48)
Entonces París se puede convertir en un paseo por la novela que consagró al autor latinoamericano que vivió muchos años en Francia, donde lo más probable es que tropezara como el protagonista….
Horacio es tan sensible, se mueve con tanta dificultad en París. El cree que hace lo que quiere, que es muy libre aquí, pero se anda golpeando contra las paredes. (Capitulo 24)
Y quizás con este recorrido nos demos cuenta que
-En el fondo, París es una enorme metáfora. (Capitulo 26)
Si vamos acompañados o nos encontramos con alguien, a saber:
París es un gran amor a ciegas, todos estamos perdidamente enamorados pero hay algo verde, una especie de musgo, que sé yo. (Capitulo 27)
Esos encuentros que propone Cortázar son para hacer, para andar de pie y armar el propio recorrido, entrar en la ruleta-rayuela rusa que lo llevará al encuentro.
…me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que para llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas veces, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. (Capitulo 1)
Pero ya que el camino como la novela ocurre en París hay que saber bien a que se atiene uno:
Somos como hongos crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí y las cosas se herrumbran, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con que Horacio fabrica esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en lo que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París. (Capitulo 32)
Para descansar, gastar unos euros, ir al baño y meditar: Los cafés
…son el territorio neutral para los apátridas del alma, el centro inmóvil de la rueda desde donde uno puede alcanzarse a sí mismo en plena carrera, verse entrar y salir como un maníaco, envuelto en mujeres o pagarés o tesis epistemológicas, y mientras revuelve el café en la tacita que va de boca en boca por el filo de los días, puede desapegadamente intentar la revisión y el balance, igualmente alejado del yo que entró hace una hora en el café y del yo que saldrá dentro de otra hora. Autotestigo y autojuez, autobiógrafo irónico entre dos cigarrillos. (Capitulo 132)
El turista con mapa en mano debe buscar el trazado, el camino o descamino que quizás no sea de tiza sobre el piso sino la forma de volver a ver todo como un juego.
La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo esta la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia, se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. (Capitulo 36)