El 23 de marzo de 1956, hace exactamente 66 años y algunos días, se publicaba el álbum debut del icónico Elvis Presley, titulado con su mismo nombre. Uno de esos discos que hay que escuchar, alguna vez en la vida, obligatoriamente.
Presley y el Rock & Roll comenzaban su relación de éxitos imparables y ventas millonarias, de la mano de este álbum, el primero de rock en llegar al número uno. Su portada lleva al frente una fotografía tomada por William V. “Red” Robertson en Fort Homer Hesterly Armory, un edificio de Florida en el que se realizaban conciertos. Su autoría fue muy debatida porque habiendo tanto material de Elvis, muchas veces surgen discrepancias. Por defecto, vamos a asumir que el diseño habrá estado a cargo del departamento de arte de RCA ya que no abundan créditos para esa tarea.
Esta imágen es una especie de spoiler de la ola revolucionaria e histórica que comenzaría con su entrada a la música, y que llegaría de la mano de quien finalmente fue el Rey del género. La portada de su debut, presentó al mundo la primera imagen tangible de la música. Un jóven Elvis de 20 años, con una entrega evidente de energía, cantando con las amígdalas al aire y tocando su guitarra con una fuerza descomunal. Amígdalas y pelvis, hacen a un buen Elvis, señores.
Enmarcando a esta fotografía, que tiene la fuerza de una patada en la cara, tenemos el color y forma de la tipografía, jovial y caricaturesca, casi de programa de tv divertido. Como si nos dijera que estamos a punto de conocer a uno de los personajes más extravagantes de la historia.
Este personaje, icónico y sensual, se impregnó fácilmente en el inconsciente colectivo y sus movimientos, su forma de cantar, y hasta su estilo y peinado se han visto replicados en un millón de artistas procedentes. Pero exactamente 23 años después del lanzamiento de este disco, fue su portada la inspiración para el frente de London Calling de la banda The Clash. En 1979, el histórico tercer disco de los británicos, apareció como un homenaje al primer trabajo de Elvis.
Fue la fotógrafa Pennie Smith quien capturó a un Paul Simonon de 24 años, dejándolo todo en el escenario del Palladium, en Nueva York, con la misma entrega que se vio en Elvis pero en este caso con una energía tan posesiva y desbordante que llevó al músico a destrozar su Fender Precision para inmortalizarse en una imagen que, nuevamente, se tatuaría en las mentes de todo el mundo.
Como buena fotógrafa de bandas, Pennie Smith, tenía el instinto para saber de antemano donde sucedería la imagen precisa, en el momento perfecto, y disparar. Ella cuenta que sacó la fotografía y salió corriendo “porque pensé que venía a por mí”. Claramente con tanta adrenalina en frente, saber cuándo huir con la toma correcta que inmortalice el punto más alto de la pérdida de control, era parte de este instinto.
La versión final de la portada fue diseñada por Ray Lowry. Pennie inicialmente no quería usar esta imágen porque le parecía que estaba fuera de foco, pero Lowry insistió en que, justamente eso, hacía que fuera tan espontánea y auténtica.
Hoy el bajo, con el mástil roto, se expone en el Museo del Salón de la Fama del Rock and Roll, en Cleveland, Estados Unidos y la fotografía de Pennie Smith es una de las más reconocidas dentro de la historia de la música.
A su vez, esta imagen también inspiró a un artista de otro rubro. ¿Otra vez Banksy? Por supuesto, siempre Banksy. Acechando bien de cerca a la cultura pop mundial, el muralista usó la referencia de la imagen de Pennie Smith, y aprovechó la oportunidad de jugar con esta imagen y de dejar un mensaje, no tan subliminal, de cuál sería el verdadero punk de nuestra era.
En conclusión sabemos que la fórmula: músico apasionado + fotografía del momento preciso (en blanco y negro) + tipografía irregular y juguetona que le aporta vitalidad, seguramente da como resultado una tapa impecable. Y si encima el contenido musical es tan único como el de estos dos, seguro tendrás uno de los mejores álbumes de todos los tiempos.