Backstreet Boys, 28 de abril de 2001, Estadio River Plate
Hay quienes pueden lucirse presumiendo sobre sus comienzos majestuosos en la música ‘ao vivo’. Quienes nacieron en casas de oídos prodigios, o quizás, simples personas afortunadas, que un día despertaron con buen gusto musical y se dieron el lujo de debutar en conciertos de grandes bandas de culto, músicos históricos o festivales memorables.
En mi humilde revisión, soy oriunda de una casa donde sobraba amor pero no abundaba el gusto musical ‘canchero’. Hablando mal y pronto, me crié con Luis Miguel y Enrique Iglesias. Pasaba las tardes bailando cada canción de “Amor A La Mexicana” en repeat, y siempre fui la Sporty Spice aunque no desbordaba de agilidad. Pero, era bicho de Pop.
Esta historia en verdad, comienza el día en que mi mamá me llevó a la única disquería que había en Villa Pueyrredón, ubicada en Artigas y Carlos A. Lopez, donde actualmente hay una casa de depilación. Me dijo que elija solo un CD porque eran caros y yo ya tenía el de Thalia, así que opté por ese de tonos azules y marrones, que tenía cinco muchachitos muy altaneros apoyados en una pared de ladrillos que, en teoría, parecía ‘callejera’. “Backstreet’s Back”, o el motivo de mi temprano enamoramiento
Como toda púber, hice crecer esa fascinación recolectando todo lo que encontraba en mi camino que perteneciera a los Backstreet Boys; postales, figuritas, fotos, revistas, posters, stickers, y cualquier amuleto. Escribía Kevin y Mica en mis cuadernos, y cuando me enojaba, lo cambiaba por Brian. Con todo este arsenal de pasión y con mis 9 años recién cumplidos, la banda volvió a nuestro país a presentar“Black & Blue” y yo tuve la posibilidad de ir a verlos a River Plate, el 28 de abril de 2001.
Euforia, descontrol, y brillantina por todos lados. En aquella época el glitter no era glitter, pero nuestras caras sí estaban repletas de destellos por los restos que caían de la típica vinchita de fan. Y hasta creo que si me esfuerzo por hacer memoria, todavía siento los cachetes irritados después de sacarme el “ ♥ BSB ♥ ” que había pintado con un labial barato de chino.
Me acuerdo que siempre que veía por la tele a personas que lloraban en recitales, cuestionaba esa locura, no podía entender qué les pasaba, por qué lloraban así. Pero esa misma noche lo entendí. No tenía explicación. Era un ritual magnífico entre ansiedad y adrenalina juvenil. Mi cuerpo tan gordito y petisito no podía contener toda esa emoción, todo ese entusiasmo. Era la cercanía, la materialización de una fantasía. La libertad de bailar “Everybody” sin ningún prejuicio.
El dato de color, es que el papá de una de mis mejores amigas de aquella época, trabajaba en el club y eran tiempos dorados de entradas gratuitas y pases vip para todos y todas. Por lo que aquella noche, habremos sido algo así como 7 mocosas, cada una con su respectiva madre, gritando a viva voz por esos cinco que bailaban magistralmente. Y cuenta la leyenda que también contábamos con un pase para el Meet & Greet, pero Julieta, una de las únicas adolescentes del grupo, lo extravió. Por supuesto, nunca se lo perdoné.
Lo lindo de toda esta historia, es que mi primer recital coincide, casualmente, con el último. En marzo de este año, la boyband noventosa se reunió nuevamente en nuestro país con el DNA Tour. Y honestamente, cuando me enteré de la visita, dudé sobre la posibilidad de asistir, pero debo decir que tuve la suerte de que otras grandulonas manijas me convencieran porque realmente fue un evento divertidísimo.
Volvió a mi la Mica de 9, rellenita y simpaticona, arrasando en el campo con sus mejores amigos, sus cachetitos pintados, su peinado favorito y un outfit por supuesto, muy acorde. Creo que con todo ese ritual y con tanto baile adolescente, le di el ok al mundo para que anuncie una cuarentena sin eventos sociales.
A modo de disculpas, porque seguro fue culpa mía este cese de actividades, les comparto la playlist correspondiente al último tour de la banda. Para limpiar la casa, bañarse, o ser feliz aprox por 2 horitas.