Fito Paez, 24 de mayo de 1995, Teatro Opera
Hay momentos en la vida de las personas en el que parecen avanzar en casilleros, como en un juego. Uno de ellos está marcado por la música. Hay un día en el que abandonamos la banda de sonido que suena en nuestro hogar para tratar de tener un gusto propio, para intentar “elegir” nuestro camino. Por un tiempo lo creemos posible.
La historia de mi primer recital arranca algunos años antes del mismo. En ese momento, en el que tenía 10 u 11 años, solo había dos cosas que me interesaban: seguir a San Lorenzo y escuchar música. En esos incipientes 90’s, San Lorenzo peleaba por romper una racha de varios años sin festejos y si prendías la radio y lo único que sonaba era Fito Páez y “El amor después del amor”. A diario, en todos lados, en la tele, en la calle estaba este flaco rosarino y su disco que se encaminaba a ser el más vendido de la historia. Naturalmente, se logró el objetivo conmigo y Páez llegó para quedarse. Los siguientes años me dediqué obsesivamente a comprarme todos los discos anteriores, escucharlos, gastarlos, memorizarlos y hartar a mis viejos.
Las cosas no estaban muy diferentes en 1995. San Lorenzo peleaba el campeonato, esta vez sí iba a cortar la racha de 21 años sin títulos y con mi viejo lo íbamos a seguir a donde pudiéramos. Fito seguía sonando incansablemente en casa, pero cada tanto invitaba a sumarse a Charly o a Calamaro con Los Rodríguez.
El lanzamiento de Circo Beat fue todo un evento. Era la primera vez que iba a llegar a tiempo al disco, lo iba a tener ahí, casi sin haber escuchado ni un solo tema. Y además, la frutilla del postre: Ya teníamos nuestras entradas para ir a ver la presentación.
Era un sábado de mayo, recuerdo que San Lorenzo visitaba a Talleres en Córdoba. También recuerdo la Avenida Corrientes, amplia, luminosa. Probablemente haya sido mi primera vez en esa majestuosidad nocturna, pero ese dato es más difícil de chequear. Pero si quedó grabado en mi mente las luces, la avenida mojada, los nervios que me acompañaban por partida doble, fútbol y música. El teatro era el Opera, estaba lleno, Fito seguía siendo tendencia.
Desde nuestra ubicación se veía todo chiquito, pero eso importaba poco. También importaron poco las butacas, porque apenas empezado el show ya estaba parado encima de ellas.
Fito tuvo la idea de arrancar la noche con el tema 1 y no parar de tocar el disco hasta el último tema. Así, el disco enterito. Desde “Circo Beat” hasta “Nada del mundo real”. Debo admitir que cuando la adrenalina de los dos o tres primeros temas bajó, me aburrí bastante… El disco no había calado tanto todavía (y pasaría mucho tiempo hasta que eso sucediera).
Tenía 12 años, quería hits. Necesitaba más “Tumbas de la gloria” o “Ciudad de pobres corazones” y menos “Dejarlas partir”. Esto se está transformando casi en un reclamo a Paez. Pero era el primer recital y había que vivirlo a pleno. Y aunque no lo sabía todavía, los temas que quería escuchar llegarian tarde o temprano, no nos iba a dejar con las ganas.
El final con “A rodar mi vida” fue a pleno revoleo del buzo o campera o lo que tuviéramos a mano en ese momento y de nuevo a la Avenida fresca. En tiempos sin internet, averiguar el resultado de un partido de fútbol era una tarea de espionaje.
¿Cómo salió San Lorenzo?. Le pregunto mi viejo al cuidador del estacionamiento, que dejaba ver una pulserita con cuentas azulgrana. «Ganó 3 a 1, con dos goles rarísimos del Gallego», contestó. Y listo, la noche fue perfecta.