Con la caída del sol, amaina un poco el calor en la ciudad porteña, que después de unos días de licencia decidió volver con todo, y Niceto se abre como un portal celestial con aire acondicionado.
Una previa con clásicos de los cincuenta como “Come Softly to Me” de The Fleetwoods o “I’m a Fool to Want You” de Billie Holiday, nos despista del mood que vinimos a escuchar, pero aún así ameniza la espera de una manera impensada. Si bien se trata de un cuarteto que, mayormente, suena con un estilo indie rock, los integrantes dejan entrever algo de punk adolescente en los recovecos más sonoros de sus canciones.
Alrededor de las 21 horas aparecen “Los Totales”, desde Berazategui, frente a unos diez o quince presentes, distribuidos como esporádicamente por el cemento de Niceto. Con valentía y solemnidad, agitan la cabeza y las manos como fieles seguidores ante un sonido algo “funpeoplero”, si se me permite la invención, con letras sobre el conurbano, el amor y la amistad. Una degustación de regalo, que creo, sabrá acompañar perfectamente al plato principal de Bestia Bebé.
Mientras pienso que los clásicos del ‘50 empiezan a sonar algo desubicados después de “Los Totales”, el lugar no tarda más que un santiamén en llenarse de la totalidad de los concurrentes. Y cómo quien sabe sorprender a su contrincante, la música de espera se interrumpe y queda silenciada por el cuarteto, oriundo de Boedo que con simpleza, toma su lugar sobre el escenario.
“El Más Grande de Todos” nos impulsa a despabilar esta noche de una vez por todas, seguida de “Luchador de Boedo” y “El Uruguayo”, tema que Tom Quintans compuso para uno de sus ídolos del fútbol; Rubén Paz.
Cuando las luces iluminan a los concurrentes, se los puede ver radiantes y descontrolados, en familia, de fiesta. Es que Bestia da ganas de llenar el tanque y arrojarse hacia alguna ruta nacional, entre mates y cigarrillos, y viento en la cara.
Por eso “Yo Estaba Más Loco”, “Rondador Nocturno” y “Pancho y Tony”, calzan como anillo al dedo para imaginarse un asfalto que refleja el cielo, mientras las líneas amarillas y gastadas se borran como la distorsión de sus guitarras. Todavía no logro identificar cuál es su encanto, pero logran hacernos sentir como si fuéramos amigos de toda la vida.
“El Gran Balboa”, otro himno a los ídolos de la infancia que realza al público, masculino más que nada, entre abrazos y vitoreos. Ya se trata de una masa homogénea de gente, que salta con los brazos agitándose en símbolo de amistad. Por eso; “Antártida Argentina” es otro gran acierto en la setlist de la noche. Una oda a la amistad sincera y duradera. Algo de esa idiosincrasia barrial que tiene la banda se siente en cada una se sus canciones, como “Patrullas de Terror” o “Yo Me La Aguanto”.
Para ir cerrando, el summum de la comunión se alcanza con “Lo Quiero Mucho a Ese Muchacho”, mientras que con “Resto del Mundo”, dejan sus instrumentos sonando en solitario sobre el escenario, para volver luego de un conjuro de gritos, silbidos y aplausos que lanza el público.
“Vamos a tocar un tema nuevo: Un Documental Sobre Mi” dice el cantante para presentar el último de sus sencillos, luego festejan con “Fiesta En El Barrio” y “El Amor Ya Va a Llegar” una versión fantástica que hacen de la canción de Daniel Johnston. Finalmente; “Omar”, ilumina con luces azules, las últimas sonrisas de la noche.
29 de febrero; una noche que acontece sólo cada cuatro años, definitivamente una noche memorable que supo traer en vida la esencia de esta banda, porque en vivo son una conquista asegurada y sin desperdicio.