“Quiero avisarles algo, estaba enojada y ahora estoy preparada”, canta Marilina Bertoldi sobre un Teatro Opera que toma la frase como un grito combativo, en el que le dan pelea a todas las cosas en las que creen. Porque quienes estan acá, en su mayoría, son consideradas aún una minoría, y porque es Marilina la referente que mas visibiliza las causas por las que las que ellas pelean diariamente: Hay una amplia mayoría de pibas que llevan consigo alguna insignia verde que las identifica y las une en la lucha feminista del aborto. Hay diversidad en sus vestimentas y en los colores pastel que llevan sobre sus cabelleras. Hay, y se respira, la libertad de quien es feliz siendo uno mismo sin etiquetas de ningún tipo.
Marilina en vivo hace honor al titulo de su último disco y prende fuego el escenario. Su presencia fuerte y combativa hacen que su personalidad en escena sea una llamarada que avanza y transforma en cenizas todo lo que está a su alrededor. Juega con lo andrógino y le sienta bien. Su actitud rockstar queer trae reminiscencias masculinas, que derrumban la vieja idea de que el rock es algo exclusivamente de hombres. Marilina es un nombre propio en la música actual por forma visceral y real de decir las cosas en el rock local. Canta todo lo que cree cantando, y traspasa los géneros.
La presentación tuvo todas sus facetas: en banda la mayor parte del tiempo, por momentos dejando salir todo su virtuosismo con la guitarra, y por momentos tomando el mando sólo con su voz. Las canciones, en su mayoría pertenecientes a “Prender un fuego”, mantuvieron sus versiones originales en algunos casos, y otras fueron reversionadas, como quién necesita hacer que en vivo sus canciones trasciendan, muten, cambien de forma pero mantengan su esencia.
Pasadas las 23 horas, Marilina finaliza su set, baja del escenario y el público la aclama. Le piden una más y regresa al escenario. Suena “Racat”, se despide nuevamente y segundos después vuelve a regresar para tocar “Sexo con modelos”, la última canción de la noche. Los aplausos se hacen presentes para apoderarse por completo de la sala. Marilina sonríe, y estira sus manos a los primeros del vallado, para terminar tirándose sobre el público, que la sostienen mientras gritan “El rock es de las pibas” sin parar. Una premonición final en la que el futuro de los escenarios es disidente e inclusivo.