Las repercusiones que afloraron desde el sábado 11 de marzo a la noche hasta el día de hoy nos dejaron algo muy claro: cuando el monstruo mediático amarillento golpea en el campo ese en el cual tenemos conocimiento, aquel en el que le discutimos a cualquiera porque sabemos de qué hablamos, entendemos a la perfección el nivel de basura que nos venden día tras día. El famoso “pescado podrido” que tanto dio que hablar la semana pasada.
Lejos de quedarse en la reclusión de las sombras de siempre, en el caminito al costado del mundo, los medios independientes (de verdad), esos chicos, under, artesanales, o como quieran llamarles positiva o negativamente, sintieron la necesidad de escupir todo lo que habían vivido en Olavarría. Estos medios que fueron a cubrir un show de música, como hacen semana tras semana en distintos lugares del país, incluso cuando muchos, muchísimos, no fueron acreditados en este caso por la producción.
A partir del día domingo 12, y a medida que volvían a tener señal o llegaban a sus casas, los periodistas de los medios independientes comenzaron a ser la fuente más confiable y certera acerca de lo que había sucedido en el show del Indio en Olavarría. Desde información al instante de los heridos y perdidos, hasta el análisis de un caso tan extraño como complejo y único en el país, y tal vez en el mundo. Decenas de miradas diferentes, parecidas, pero sanas, ciertas, coherentes y por sobre todas las cosas, con conocimiento de causa. Parecía como una obligación tener que compartir con un lector o un escucha una visión propia de los hechos ante tanta irresponsabilidad y falta de escrúpulos de los canales de TV y las radios más “importantes”.
Y el público lo entendió perfectamente. La gente que lee, que escucha, que mira, se dio cuenta de que algo estaba mal. Desde aquellos siete muertos de Telam, los diez muertos de Infobae, que luego se convirtieron en dos, esa gente que piensa un poco más allá supo que había que enterarse de todo por otro lado. Porque luego de esto llegaban los conductores berretas de los canales de noticias de cable de domingo, y luego Fantino, Feinman, Mariana Fabbiani, Rial, Laura Ubfal, Yanina Latorre y Marcelo Polino, entre tantos.
Hora tras hora, decenas de notas de medios ignotos para la población general se viralizaron por doquier en toda red social. No fue casualidad que cada nota fuera leída por miles de personas. Sí, miles de personas. La gente que quería informarse de verdad, entender lo que sucedía, comprender de qué se trataba todo, encontró lo que buscaba en los medios chicos (y detalle no menor, especializados) y escapó a la marea del rating.
Esta semana que pasó no debería ser olvidada por los medios independientes especialistas en música. Tiene que ser usada para comprender el peso que pueden tener ante lo que comunican. Hoy fue el Indio en Olavarría pero pueden ser otros shows, otros análisis de movimientos, otras explicaciones acerca del estado actual de la música argentina. Es claro que sin la tragedia de dos muertes, la búsqueda no viaje en cantidad como en este caso, pero el interés está.
Y allí surge también un interrogante, tan presente en nosotros a la hora de hablar de un artista. Si no estuviéramos sufriendo dos muertes, el golpe mediático del show no hubiese existido, a pesar de lo caótica que fue la previa, el durante, el después (“como todo show del Indio”, dijeron muchos). Y entonces tal vez las crónicas del show hubieran contado acerca de lo bello del ritual de miles y miles, con toda irresponsabilidad quedando en un segundo plano, anecdótico, o peor aún, ni siquiera apareciendo en los textos. Estamos en una época en la que los periodistas de música procuramos no resaltar lo que nos parece mal, para no quedar mal con un artista que es amigo, o con otro que después se enoja y no nos da una entrevista, o peor aún, con un jefe de prensa o una productora que lee la nota y luego nos amenaza con no acreditarnos nunca más.
Pero esta semana también tiene que servir como ejemplo para los jefes de prensa, discográficas y productoras (aunque a la mayoría de estos dos últimos actores mucho no les importe). Aquellos que nos engloban en grupo de mails que dice “Medios Under”, que exigen promociones de un show para después ver si nos merecemos ir a cubrirlo, que al primer párrafo que leen acerca de un sonido desteñido se ofenden y ordenan que no te acrediten más, que nos amontonan en una conferencia de prensa under mientras esperamos que los artistas den sus notas exclusivas con los medios grandes. También para los músicos que pretenden ir a tocar al programa de Paoloski o a ser entrevistados por Pergolini, antes de patear las decenas de radios online y barriales que difunden música nueva.
Todos tenemos que entender, a partir de esto (si no lográbamos leerlo antes), que los medios chicos, pedorros, baratos, ignotos, cuando funcionamos con coherencia, con la verdad, con el fundamento de lo que sabemos hacer, y especialmente cuando nos juntamos y cooperamos (periodistas de distintos medios fueron compartiendo cosas de otros constantemente), tenemos más poder del que pensamos y del que los demás piensan. Pero también tenemos que entender nosotros (antes, mucho antes que pretender un cambio en el pensamiento de jefes de prensa, empresarios y músicos) que si queremos generar algo, no podemos solo ir a buscar entrar al show del Indio, al Lollapalooza, al Cosquin Rock, a Paul McCartney y a U2. Tenemos que crecer con nuestros pares, patear más lugares como El Marquee, Club V, Tabaco, La Gran Jaime (por citar algunos), y explorar grandes apariciones musicales que intentan aflorar, como nosotros, que también queremos que nos lean o nos escuchen cada vez más personas. Y me pregunto: ¿estamos seguros que debemos apuntar a sacarle una foto a Bono? ¿Estamos seguros que una entrevista al Indio nos va a salvar? Y más aún, ¿queremos ser “grandes”? ¿Y qué queremos ser cuando seamos “grandes”?
Es hora de sentarnos a pensar qué rol jugamos y cómo, porque no lo tenemos claro, pero insisto, esta semana puede darnos un puntapié inicial de hacia dónde ir. También sentarnos a entender que entre nosotros tiene que haber más cooperación y menos competencia. Y cuando digo poder en el párrafo anterior, no me refiero a exigir más de lo que tenemos para dar o más de lo que los demás tengan para darnos, ni tampoco a pensar que podemos ser más grandes que un medio masivo. Lejos estamos y estaremos, y por más que me pueda llegar a quejar, entiendo perfectamente al jefe de prensa que nos manda al fondo. Pero nuestro granito de arena tan chiquito como es, puede perdurar mientras nos alejemos de la marea y no nos convirtamos en barro.