Natalie Pérez en Teatro Vorterix: Derribando prejuicios

Juzgar a una persona o una cosa antes de conocerla o sin tener los datos suficientes, esa es la definición de prejuzgar. Hacer un juicio previo. Y esto no tiene que ser bueno o malo, necesariamente, todos lo hacemos sin pensarlo, todos formamos una opinión de algo o de alguien antes de saber de qué estamos hablando. 

Y ante la posibilidad de ir a ver el show de Natalie Pérez en Vorterix, mi pensamiento fue: «Ok, es una actriz que intenta abrirse paso también en el mundo de la música». Ya lo vimos, lo vivimos y lo escuchamos un montón de veces.

Pero eso es lo positivo de hacer un juicio previo, es tener la posibilidad de sorprenderte. Y también eso sucedio el sabado por la noche, apenas pasadas las 9 de la noche, cuando Natalie y su banda pisaron el escenario de Lacroze y Alvarez Thomas

La espontaneidad y sencillez de Natalie para cantar y actuar, para moverse en el escenario contrasta con las actuaciones posadas, sabiendo que hay cámaras cerca a las que estamos acostumbrados. Ella, pisa el escenario como si siempre hubiera estado ahí arriba, como si tuviera una larga trayectoria en el mundo de la música. Va, viene, interactúa con la gente, se ríe, responde cada frase que le tiran desde las cuatro esquinas del local. Se la ve feliz, cumpliendo sueños.

«Quisiera» abrió la noche, que repasó todos los temas de “Un té de tilo por favor”, y culminó con «Algo tiene«. En el medio, «El extraño de pelo largo» de La Joven Guardia y una linda version, acustica, sin micrófono, casi susurrada de «Sin gamulan«. «Rayo de sol» acompañó este momento íntimo acompañada por lenguaje de señas.  Ya promediando el final, Lisandro Aristimuño se hizo presente para «En las olas» y desatar la ovación.

“Ojalà llegue el dia en que tenga 40 discos y pueda hacer un show de 4 horas”, nos dice Natalie antes de despedirse, ante la emoción y la sorpresa por lo rápido que se le (y nos) pasó la noche. «No me arrepiento de este amor«, fuera de programa y para despedirse a puro baile y cumbia, con la alegría de saber que los prejuicios están ahí para poder ser cambiados.

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