Afuera se asoma un frío de otoño, viento que encoge los hombros de los habitantes de esta ciudad que van camino a casa en una hora pico de viernes por la noche, adentro, la iluminación del recinto deja dibujar en contraluz a un español de 44 años y ojos cerrados que habla de la muerte de fascistas criminales, Nacho Vegas es trágico. Y desgarra los pechos enfrentados que lo miran con su voz quebrada y fulminante, una especie de misa depresiva de realidad inevitable.
En un testimonio de activismo y rock el cantautor de Gijón presentaba “Violética (2018)”, ese manifiesto doble de historias íntimas y dramáticas que iniciaría con “El Corazón Helado” y “La Plaza de la Soledá”, una de sus Canciones Inexplicables. Vestido absolutamente de negro rompe con el “¿Quién me habrá robado el sol, que hoy no siento su calor?”, verlo es sentirlo y romperse con él.
Acompañándolo, los sospechosos habituales: Edu Baos, Abraham Boba, Luis Rodríguez y Cesar Verdú (cuarteto conocido también como “Leon Benavente”), y con ellos Manu Molina y Joseba Irazoki. Todos, mueven el fino hilo del sentimiento colectivo que son las canciones de Vegas, del más político hasta el más doloroso, en momentos la voz de Boba se funde en un solo quejido con la de Nacho, el público, viaja seguramente hasta algún recuerdo que aparece al escuchar “Desborde”.
Una noche con Nacho es invitación al suicidio, sientes al mundo derrumbarse con sus letras y su voz es el puñal clavado en tu corazón.
Cuando hay fuego, lo mejor que se puede hacer es aprender a arder, así es como se vive el recital del español, “Canción de Palacio #7” y “Morir o Matar” muestran al viejo Nacho, aquel que nos recuerda a Leonard Cohen, intenso pero huidizo. Cada frase es lapidaria para el que lo escucha, sin embargo se transforma entre canciones, recuerda las luchas sociales que todos debemos defender, luce un pañuelo verde amarrado en su micrófono que parece brillar por cuenta propia al sonar “Ideología” y “Crímenes Cantados”.
Sin Bunbury canta “La Pena y la nada”, de aquel disco necesario que fue “El Tiempo de las Cerezas (2006)”, gritos desesperados acompañan la letra cuando colores azules tristes llenan el escenario, pero una vez enterrados en dolor, levanta con “Ser Árbol”, una especie de canción de cuna para curar las almas. “Como hacer Crac”, y “La Gran Broma Final” muestran un recital muy diferente al brindado hace un par de años, en ese entonces Nacho presentaba sus “Canciones Populistas (2015)” de reclamo y política, hoy prefirió mostrarse en carne viva, con sus heridas abiertas para que podamos verlas de cerca, esperando que las moscas se acerquen a darse un banquete de temas necesarios y tristes.
Cerrando la noche, Nacho muestra su versión de “Maldigo del Alto Cielo” de Violeta Parra e invita a Yuli del folk-pop dúo Yuli y Tonga a cantar “La Última Atrocidad”, luego de un pequeño encore regresa para terminar con “Dry Martini S.A” y la obligatoria “El Hombre que casi conoció a Michi Panero”, Vegas mostró una vez más que la música tiene el poder de transformar, el dolor como forma de terapia y el discurso como la herramienta de cambio para la sociedad.