Festival Buena Vibra || Konex || Ph. Yanel Luengo || 09.12.2018
El domingo más esperado por tantas y tantos, llegó y con él, una jornada prometedora. La última edición del año del Festival Buena Vibra se hizo presente en el Konex, que abrió sus puertas para refugiarnos de la lluvia y del tradicional domingo abrumador, que ésta vez además incluía un super clásico histórico.
Llegamos junto a las primeras gotas de la tarde, y mientras el partido se define en una pantalla gigante, Guli nos recibe con su sonido tropical. Un festival que se caracteriza por reunir a las figuras emergentes de la escena local, nos presenta hoy a un grupo mixto, realmente exótico, multigenérico desde su sonar, hasta sus integrantes. Agustín Bucich, un frontman con todos los casilleros completos, canta, baila, toca, y nos contagia su alegría tan extravagante. Entre psicodelia y pop-rock, nos deleitan con visuales ‘locochonas’ que acompañan a la perfección mientras que degustamos los primeros sorbos de cerveza.
La lluvia comienza a engrosarse, y de a poco va limpiando éste 2018 que empieza a despedirse. El mes más lindo y más movilizador de los doce casilleros que lleva el calendario. Los pocos espectadores del partido, gritan el último minuto de una final libertadora y luego de apagarse la gran pantalla, somos libres para recorrer un poco el predio.
Varios stands refugiados de la lluvia comienzan a apreciar la concurrencia. Prana nos regala cortes de pelo, la gente de Wacho nos agasaja con versos e historias por escrito, en sobrecitos de esos que recibís en Navidad con plata de tus abuelos. Y entre una cosa y otra, los chicos de Valdes se materializan en el escenario. Empiezan a romper con la inercia de nuestros cuerpos y ya no podemos dejar de movernos.
Vienen de Córdoba y se llevan casi todas mis sonrisas. Cuando una banda tiene al frente a una persona tan histriónica e intrépida, uno no puede más que contagiarse. Los bailes robóticos de Pancho Valdes y la compañía en guitarra de su hermano, Eduardo, son una combinación plenamente acertada. Otras visuales destacables que acompañan en un maridaje impecable su sonar.
Llega la tan esperada, Marilina Bertoldi. Si todavía quedaba algo de pachorra en el ambiente, la atropella con su energía, que nos explota con ‘O No?‘, primer tema de su último disco, «Prender Un Fuego». Su discurso sincero, su voz guerrera y su soberbia son un cóctel sumamente adictivo. Al principio dudas, al final o la amas o la odias. Nosotros la queremos mucho.
En el público se agitan unos cuántos rulos, la influencia de Bertoldi está por todos lados y nos llena de poder. Lamentablemente, surgen muchos problemas técnicos que juegan en contra a ésta última presentación de la cantante en Capital Federal. Su potencia se vio reiteradas veces interrumpida y alterada por la incomprensión de los técnicos, y con su grito final: «Así no me interesa» del esperado corte ‘Racat’ se arrancó su auricular, y se fue con su público.
Jugo se ilumina en el escenario secundario, el más cercano al público, que los recibe ya enérgico y con ganas de más. La lluvia se va apaciguando y los presentes van en dirección inversamente proporcional, anhelando más y más de las bandas restantes. Una cresta verde se luce en los bajos(Martín Crocco), marcando los tiempos con sus cuerdas y su boca, y un tal Tony nos conquista con su saxofón. Casi como dos arañas, nos van tejiendo sus melodías en la cabeza y empiezan a representar con creces la verdadera Buena Vibra. Una banda completa, con percusión deslumbrante a cargo de José Cerutti, una voz ultra característica de Tadeo Mancudo y los golpes enérgicos de la batería, que se expanden por todo el predio, culpa de Diego Marcó del Pont.
Por último, Mustafunk, tan ansiada, es la encargada de despedirnos. Su rock y funk, su locura y su complicidad coronan la velada. Otros maridajes excelentes que hicieron que las columnas del patio techado se fundieran en un pogo decidido y firme, que creció con ‘Monos’, segundo tema de «Laboro Chamanik», disco que sacaron en el 2016, donde a mi gusto se puede apreciar un pequeño legado de Sumo/Divididos.
‘Corpiños para hombres’ nos agita de lo lindo, meta baile y jodita, completando todo su sonar y demostrándonos porqué son la banda a cargo del cierre de esta jornada. Su baterista, Camila Marinelli, sumamente concentrada y conectada nos hace mover la cabeza una vez más. Y al grito de ¡Dale Turco!, el cantante enciende un pucho, como casi siempre, y nos recomienda su último trabajo, «Culo», que con tanto internet suelto, anda corto de ventas.
Una tarde noche muy agradable que nos hizo olvidar este día gris. Bandas emergentes que nos despabilan de lo clásico y nos recuerdan que si no hay amor por la música, que no haya ni un carajo gente.