Una lenta aceleración hacia el trance

Sig Ragga en Teatro Vorterix // PH Melisa Battilana (Fan Page Sig Ragga)

Sig Ragga tocó su reggae fusión este 15 de junio en el Teatro Vorterix, y fue más puntual que una gran cantidad de asistentes. El grupo como siempre hace, estaba vestido con sus ropajes particulares e idénticos entre sí. Los 4 estaban todo de blanco, con la cara pintada y un gorro. Se encontraban parados como una línea defensiva, y detrás de ellos había una tela rectangular, un cuadro de varios colores alegres y mascarás blancas dispersas. Era difícil distinguir el cuadro si no se estaba cerca.

El show al igual que sus canciones fue progresando suavemente con el tiempo. En el inició las canciones que sonaron contaban con la típica estructura instrumental del reggae. Fue un comienzo agarrado, en donde la destacada faceta de combinación de géneros que tienen no apareció. La diferencia entre las canciones, tanto por lo instrumental, como por los tonos de voz de “Tavo” Cortés, era poca al igual que los movimientos de la gente en general.

Las letras y las melodías optimistas en este primer tramo eran agradables de escuchar, pero no cumplía con su cualidad de ofrecer un nuevo horizonte espiritual en donde aventurarse. Las canciones no terminaban de despegar al igual que los seres presentes. El show de luces era regular, al no contar con una pantalla, todo recaía en las movedizas y cambiantes luces del Vorterix. Unas imágenes podrían haber seguido de guía para mostrar los diversos aspectos artísticos con los que cuenta la banda. “Quise Ser”, “Chaplin”, “Arlequín”, “En El Infinito”, “Girasoles” y “Antonia” fueron algunas de las canciones de esta apacible primera parte.

El concierto luego de la emocionante última canción mencionada, con la que inicia “La Promesa De Thamar”, su último álbum, tomó otro ritmo. En este momento hubo un punto de quiebre que lo dio la inclusión del rock sinfónico, la música negra y el jazz en sus canciones. Ese ambiente liberador con el que se identifica Sig Ragga se hizo carne. De la mano de canciones como “Tamate” y “Matata”, de sonidos estimulantes para bailar y con la glosalia (idioma inexistente representado por la voz) de bandera, sacudieron la noche del viernes.

La batería de “Pepo” Cortés golpeaba más fuerte, la guitarra y el bajo de Nicolás González y “Juanjo” Casals respectivamente tenían lugar a la improvisación. “Tavo” por su parte se ubicaba en el frente el escenario para bailar e incitar a su público, estos factores crearon un trance placentero. Esta instancia final, que fue un tercio del evento, demostró la capacidad de Sig Ragga para generar estruendo combinado con misticismo. Una mezcla excitante que los distingue y justifica el desprendimiento del mundo real con el que se los describe en vivo.

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