The Kooks | Luna Park | Ph. Gabriel Costa | 10.05.2018
La banda británica se presentó en Buenos Aires en el marco de su gira The Best Of y adelantó dos canciones de su próximo álbum de estudio.
Luke Pritchard acuna la guitarra sobre su pecho y recorre con la mirada el Luna Park. La noche huele a lluvia, y se siente como un reencuentro. Su caminar lo delata. Como un corazón gigante que hace temblar todo el escenario y enciende su rostro de felicidad. El chico de Brighton que alguna vez soñó tocar para el mundo es fácil de leer en sus ojos. Se siente infinito. A la derecha de Pritchard, Hugh Harris se asoma tímidamente entre sus teclados. The Kooks se toma unos segundos para tomar ventaja y dispara Eddie’s Gun. Alexis Nuñez comienza a golpear su batería con tanta fuerza que parece que va a estallar. Lo acompaña de cerca el bajo de Pete Denton. La canción más vieja de la agrupación se hace nueva para romper el hielo y dar un golpe certero en el epicentro del estadio que se mueve como un mar picado y la recibe como el abrazo de un amigo que se fue de viaje hace mucho tiempo y acaba de volver.
En Sofa Song, Pritchard comienza a bailar y busca surtir el mismo efecto en el público. Lleva puesto unos zapatos negros que parecen recién lustrados y una camisa a la que le faltan abotonar al menos tres botones. Se toma la cabeza y mueve las caderas, mientras nos invita de su lado del sofá. Un lugar mucho mejor.
Be Who You Are, resuena por todos lados y entra tercera. Una canción que habla sobre las inseguridades y celebra la autenticidad ante todo. La gente sucumbe rápidamente ante su estribillo pegadizo que se corea con liviandad. Pritchard se toma su tiempo y finalmente bromea “Sean quienes son, al menos que necesiten ser alguien más”. The Kooks comienza a desandar su discografía con canciones que vienen de todos los tiempos y así van llegando Oh Laa, Bad Habit y Westside hasta dar con una versión acústica de She Moves In Her Own Way. Pritchard canta entre melodías de ukelele y sopla los sueños de papel de una groupie anónima, en una canción que parece haber sido escrita en las calles de Tijuana.
La banda se permite jugar un poco y extiende el puente de Do You Wanna hasta volverlo infinito y suave. Las letras se convierten en un balbuceo hasta que halla su cauce y vuelve a explotar. La primera mitad del show concluye con una carta abierta al cielo, y una versión en solitario de See Me Now.
Pritchard se sienta en el teclado y habla de reconocer los errores para poder cambiar. Los celulares en las gradas se hacen estrellas y canta “Bueno estuve en muchos lugares, aprendí a atarme la corbata también”. Por unos minutos deja su corazón a la intemperie para que todos lo veamos, para que todos lo escuchemos. Harris, Denton y Nuñez vuelven a escena con una canción del futuro a publicarse este año titulada All The Time en la que explican a una chica que todo lo demás es aburrido cuando ella no está.
Aparecen las últimas canciones de la noche. Is It Me, Matchbox, Sway, y Around Town. Shine On se camufla entre la tormenta que acontece afuera y habla sobre estar enamorado. Con la inminente llegada del encore presentan una segunda canción nueva, No Preassure. Pritchard dice que es una “slow dancing” y alza los brazos en el aire como si estuviera bailando un vals.
Antes de partir, The Kooks le regala a sus fanáticos Junk Of The Heart y Always Where I Need To Be. Una contraposición hermosa de los días de dicha y reviente rocanrolero. Se despiden con Naive para comprobar que sigue siendo su hit más querido y un motivo más que suficiente para seguir volviendo a un país que siempre los recibe con los brazos abiertos.