Louta | Parador Konex | Ph. Nicolas Bruno | 11.01.18
Si queremos recordar qué estaba pasando en el momento preciso en que Louta pisó el escenario, sólo podemos decir que el mundo parecía derretirse. El apareció erguido, distinguido, con su look analógico de chomba color celeste pastel, escondida en un pantalón insulso y gris, de tiro alto. Con su pelo aplastado por la gomina y sus brazos inmensos. Su sombra se proyectaba en un rincón del paredón amarillo del Konex, casi como una figura todopoderosa.
Un living de la abuela se rompió con la vibración del golpe de bajo que tiene “Ponetelo bien”, y después de un momento a solas con el público, dos bailarines se sumaron a la performance. Louta es un todo, es Jaime James dándole vida, son sus bailarines, su estilo de baile, el sonido, la escenografía y también es la gente. La complicidad y la reacción del público son una parte clave y muy importante del show.
Sonó “Felix” y Louta comenzó a menear. Las luces nos bombardearon por todos los costados y quedamos absortos en el espectáculo. Nos movíamos como mecánicamente, sin dejar de mirar lo que pasaba en el escenario. Canciones electrónicas, de corta duración, que transforman el error en un sonido decidido pero con letras superficiales, poco profundas aunque muy pegadizas. Louta es la representación de una generación desbordada de tecnología, donde todo parece ser instantáneo, efímero y trivial, mezclado con algo imposible de diagnosticar, pero que tiene una fuerza descomunal.
La mayoría de su repertorio cobró vida en el vivo, es allí donde en verdad se ve el condimento Louta y su distinción a la hora de hacer un show. “Cuadradito de prensado” se bailó a todo trapo entre todos los presentes, y unos paraguas negros se vieron alzados entre el público, como signo coreográfico, representando una vez más que no existe la cuarta pared, y que Louta estaba arriba tanto como abajo del escenario.
Obviamente no iban a faltar, “Somos tan intensos”, “Alto Uach”, “A mi no me vengas con tus cuentitos” y su Rap impresionantemente cargado de energía, que nos dejó maquinando infinitamente. Todas con su toque particular, un marco de cielo, gigantografías de Loutas bajando desde el techo, un solo de batería ‘vuelapeluca’ y la frutilla del postre con la mega burbuja que flotaba entre los espectadores mientras él, en la burbuja, cantaba “Un lugar adentro”.
Lo que maravilla es la paradoja constante entre el sonido futurista y tecnológico de sus canciones, con sus letras tan extrañas y modernas, y la representación de una época pasada sobre el escenario. El ejército de baby boomers que baila junto a él y la posibilidad de que el sea un vanguardista que ve más allá que todos ellos, con tan sólo 22 o 23 años. Está en su sangre, se crió en cuna de arte, y su árbol genealógico no lo iba a dejar en paz hasta que fuera un suceso inolvidable y fascinante.
Volvió al agujero negro del escenario, y anticipó “Sigo sin entenderte” silbando su ritmo. Una de las canciones donde más explotó la parte coreográfica, y donde él mismo se sumó a la misma. Cerró desbordado de alegría con “Que bien que estoy”, mientras los bailarines destrozaban almohadas de plumas sobre el escenario y la energía llegaba hasta su punto más alto. En ese momento decidió hacer aparecer “El meneaito” y “Papi chulo”, haciéndonos bajar a todos hasta el piso, sin excepción alguna, y culminando este jueves inesperado, con todos saltando en el barrio del Abasto.
Este fenómeno que está causando tanto furor y cuestionamiento en la escena emergente del under, transformó el concepto tradicional que teníamos por “Recital” o “Concierto” musical, y nos devolvió un combo único e inigualable. El calor fracasó en su intento de aplanar la energía porque fue una noche memorable, y no por la temperatura, sino por la sensación de haber visto algo nuevo y fascinante. De ahora en más Louta sólo puede crecer y ser recordado, ya cambió nuestra historia, ya volvimos al futuro con un presente transformado.