Luca Bocci | Caras y Caretas | Ph. Diego Hómez | 30.12.17.
Noche de verano, de esas con olor a lluvia. Por suerte el calor agobiante de toda la semana, deja entrever un descanso y se ve un poco de frescura a lo lejos. Último sábado de un 2017 que parecía interminable y la sala Caras y Caretas del barrio Balvanera, llena su puerta de jóvenes.
Esta noche se presenta Luca Bocci & The Golden Papets. Un pibe mendocino de tan sólo 22 locos años, con su banda, que hace varios meses está en boca de todos los millenials y cazadores de nuevos sonidos. Esta noche es presagio de estar frente a una cara histórica. Una sensación de ver los primeros pasos de algo grande.
Se apaga el jazz introductorio, y un silencio desconocido en los recitales inunda la sala. El auditorio está deseoso de acción, pero a la vez muy tranquilo. El flaco Bocci, con una mata de pelo negro espeso, como sus ojos, que aún a lo lejos son profundos, entra suelto, caminando hasta el final del escenario con una camisola de bambula, y con la frescura de su corta edad. Afina su guitarra frente a todos, dejando al aire una rebeldía que lo desborda, y aniquila la finura del protocolo musical y espectacular en un periquete. Tal como en “Ahora”, su último disco, comienza con “Intro” que da lugar a “Danza”.
Suena como un Charly en el famoso unplugged del 95, entrelazando audios de conversaciones dentro de sus canciones, y le da justo en la tecla invocando al gran García porque Bocci es parte del reciente movimiento “Manso Indie”. Un género que vino a devolverle a nuestro país un poco de la rebeldía y experimentación musical con la que hicieron historia nuestros próceres musicales.
Se sienta, mientras un audio de piano acompaña la escena. Se para en un santiamén y juega con las clavijas de su guitarra para tocar “Archipiélago”. Un puente entre sus gritos y sus susurros. Algo fácil de subestimar, como es un pibe desconocido hasta hace poco, jugando con música nueva, tiene un resultado insuperable. Es que los jóvenes no le temen al error, lo usan y lo transforman en sonido. Es parte de ésta camada de músicos nuevos que rozan lo absurdo, y a su vez están más que nunca sobre el presente. Son hijos del carpe diem y tienen a favor la velocidad del adolescente, la necesidad de lo improvisado como manifesto y la torpeza de llenar cualquier vacío. Porque si bien el público está absorto y atento a su música, Luca no soporta la observación silenciosa.
Suena “La Luz de las Calles”, de su austero último EP, “40º”, como un bossa nova indie y una joven venezolana, que se roba la atención de todos los presentes entre gritos y alaridos, se posiciona debajo del escenario, entre los fotógrafos que se desplazan como bailarines contemporáneos, y deja que el sonido la posea, como una ménade extasiada por la música del mendocino.
Luca queda solo, sin su banda sub 25, con luces azules y blancas y comienza un candombe electrónico que es “Detener”, acompañado por las palmas de la audiencia. Sabe que tiene la responsabilidad de ser una joven promesa y nos regala la sensación de estar viendo un futuro ícono sobre el escenario. Para continuar con este confesionario entre él y nosotros, elige “No Tiene Nombre” y la combina con “Cantata de Puentes Amarillos” del Flaco, para demostrar una vez más la fuerza de sus raíces musicales.
“Perla”, tiene sorbos de un Fito de los 80’s. Es como volver a una Argentina revolucionada entre Falcon y toques de queda. Y Bocci cae al piso porque necesita bajar a la tierra. Su mente no deja de flotar pero debe volver para despedirse. Cuando se ilumina la sala, descubre que somos más de los que creía y atina a cerrar con “Bahía”, canción detectada como un futuro clásico inminente. Pero finalmente, la última pieza del año que nos deja, es “Era de Piscis”.
Nos vamos con la ilusión de que todas nuestras premoniciones se cumplan y de que este pibe que nos cautivó por casi dos horas, sea una promesa cumplida a corto plazo, del sentimiento de la buena música local.